22ª semana del
tiempo ordinario. Sábado: Lc 6, 1-5
Hacía tiempo que los
fariseos seguían a Jesús, no porque quisieran aceptar sus consignas y modos
para ir hacia Dios, sino porque estaban deseando “cogerle” en algo para poderle
acusar ante el pueblo, que le seguía con fe.
Jesús les había hecho
quedar muy mal en varias ocasiones desde cuando en la sinagoga de Cafarnaún curó a un enfermo, en un día de sábado, con su
palabra poderosa. Otros varios sucesos negativos para ellos habían sido cuando
Jesús curó a un paralítico después que le había perdonado sus pecados. Y
también cuando Jesús participó con sus discípulos en la comida en casa de Mateo
rodeado por sus compañeros del mismo oficio, los publicanos.
Ahora Jesús pasa por un
sembrado de trigo con sus discípulos que tienen hambre. Éstos arrancan unas
cuantas espigas para poder comer algo. Esto estaba permitido entre los judíos.
El problema estaba en que, siendo sábado, día de descanso, no se podía
“trabajar”. Y por allí estaban algunos fariseos para recriminárselo a Jesús.
Jesús se defiende, o más
bien defiende a sus discípulos. En realidad era una exageración la norma que
habían puesto los fariseos incorporando en el capítulo de “trabajar” al hecho
de cortar unas pocas espigas para poder comer. Por lo mismo podían haber puesto
como “trabajo” el llevarse con la cuchara la comida a la boca.
La defensa de Jesús, que
nos cita hoy san Lucas, se basa en un hecho que narran las Sagradas Escrituras.
Recuerda Jesús lo que hizo David con sus seguidores, cuando, teniendo hambre,
comió del pan ofrecido en el templo, que solamente era para los sacerdotes.
Otro evangelista añade otro
argumento de Jesús recordando cómo en el templo los sacerdotes trabajan en el
día del sábado, por causa de las ofrendas que traen los fieles, y sin embargo
no pecan.
Y termina hoy el evangelio
con una frase importante que dice Jesús: El Hijo del hombre, así se llama a sí
mismo “es Señor del sábado”. El “Señor” es quien tiene autoridad para decir qué
es lo que conviene o no conviene. Una idea que Jesús nos quiere decir es que, a
diferencia de los fariseos, para quienes el sábado es el único día del Señor,
de suyo todos los días son días del Señor y todos los días son días para su alabanza.
Pero en verdad hay un día a
la semana especialmente dedicado a Dios. Para los judíos era el sábado. Jesús
cumplía, como buen israelita con lo verdaderamente importante como era el ir a
la sinagoga a escuchar y aprender la palabra de Dios. Y lo mismo las normas
sobre las oraciones ese día y los demás.
Lo que Jesús recrimina a
los fariseos son las exageraciones de unas normas, que más bien impiden ver lo
más importante como es la alabanza a Dios junto con la alegría y la paz en la
familia. Por eso lo importante es la finalidad y luego ver si esas normas nos
llevan al verdadero fin que es unirnos más con Dios.
Por lo tanto debemos saber
distinguir lo importante de lo secundario. A veces no es fácil y debemos pedir
mucha luz al Espíritu Santo, que habita en nosotros, para que nos ayude con su
discernimiento. El día del Señor, que
para nosotros es el domingo, debe ser lo primero para más alabar a Dios, como
debemos hacerlo especialmente en la santa Misa. Pero también es un día para vivir más en familia, es un día de
descanso, un día de la naturaleza, y sobre todo un día de mayor paz y de mayor
alegría.
Que el Señor nos lo conceda
y sepamos alabarle en medio de la gran diversidad de situaciones personales y
familiares. Para unos será más descanso, no tanto para otros; pero para todos
sea un día de alabar, con alegría, a nuestro Padre Dios.