«LA CALUMNIA ES VIOLENCIA»
Carta de monseñor Juan Rubén
Martínez, obispo de Posadas
para el 23º Domingo durante el año
[10 de septiembre de 2017]
El
texto del Evangelio de este domingo (Mt18, 15-20), hace referencia a otra forma
de solidaridad enraizada en el amor, que es la corrección fraterna: «Si tu
hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu
hermano» (Mt 18, 15). Lamentablemente nos ejercitamos poco en la corrección
fraterna. Corregir con caridad a un hermano, amigo o a alguien que anda por mal
camino, es siempre fruto del amor, y poner en práctica esta enseñanza del
Evangelio puede tener inmediatas consecuencias sociales. Desde ya que solamente
una corrección puede ser eficaz si está hecha con humildad y no con soberbia.
Por
el contrario la práctica habitual es hablar mal de los demás; con mucha
facilidad «sacamos el cuero», sin reparar el daño que podemos estar haciendo a
la persona y el mal ambiente que generamos con este tipo de comentarios. «Sacar
el cuero», sin haber corregido fraternalmente a solas a alguien, habitualmente
nos lleva a cometer un pecado que se denomina difamación. Empeoramos la cosa, cuando «sacamos el cuero» y estamos
mintiendo o suponiendo algo de un tercero y éste es inocente. En este caso el pecado
se llama calumnia. En el primer caso,
la difamación, es quitar la fama a alguien sin haberlo ayudado a cambiar. En el
segundo, la calumnia, es un pecado más grave aún, porque quita la fama al otro
injustamente, sin que el otro tenga culpa alguna.
En
muchas oportunidades hemos reflexionado sobre la necesidad de insertar el
Evangelio en la vida cotidiana. Para vivir la santidad no es necesario hacer
cosas extraordinarias y llamativas. He aquí un ejemplo concreto que nos propone
el Evangelio de este domingo, sobre el ejercicio de la corrección fraterna y de
no difamar o calumniar a los demás. Debemos señalar con dolor que este pedido
del Señor sobre la corrección fraterna es una práctica casi inexistente en
nuestras comunidades cristianas y en la sociedad civil donde abunda el pecado
de difamación y de calumnia y es poco frecuente escuchar hablar de los méritos
y dones del prójimo.
Considero
indispensable que en nuestro tiempo donde hay tantos malos ejemplos, seamos
capaces de resaltar que hay muchos, muchísimos hombres y mujeres, sean
educadores, amas de casa, periodistas, políticos, consagrados, sacerdotes, que
son verdaderos testimonios de santidad, sin necesidad de hacer cosas que llamen
la atención. Compromisos de vida que son fecundos y construyen desde la
santidad en lo cotidiano.
Es
cierto que poner estos modelos de santidad, los de la vida cotidiana,
seguramente no sirve a ciertos medios de comunicación que siempre buscan rating
desde el sensacionalismo. Pero también hay que subrayar que si el sensacionalismo,
la difamación y la calumnia venden, es porque hay muchos que lo consumen.
El
sacar el cuero, difamar y calumniar forman parte de «la inteligencia del Mal»,
que busca convencernos que el mundo «fue y será una porquería... en el 2000
también», como recita el tango, o bien, que mejorar es imposible. Esta postura
es fatal porque lleva a cruzarnos de brazos o peor, a bajarlos, matando todo
tipo de ideal. Los cristianos tenemos la certeza que a pesar de todo la Vida
triunfa sobre la muerte y esto nos anima a trabajar para mejorar nosotros y
nuestro mundo.
En
este domingo el Señor nos pide que para corregir este flagelo de «sacar el
cuero», la difamación y la calumnia, practiquemos la corrección fraterna: «Si
tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu
hermano» (Mt 18, 15). Si bien la comunión de bienes y la solidaridad es una
forma concreta del amor cristiano, desde ya que la corrección fraterna también
lo es.
¡Les
envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons.
Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas