COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y
Gran Buenos Aires
Vigésimo cuarto durante el año,
Ciclo A.
Evangelio según San Mateo 18,21-35
(ciclo A)
Se adelantó Pedro y le dijo:
"Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me
haga? ¿Hasta siete veces?". Jesús le respondió: "No te digo hasta
siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se
parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la
tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar,
el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que
tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole:
"Señor, dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo
dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno
de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta
ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'. El otro se arrojó a sus pies y le
suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'. Pero él no quiso, sino que lo
hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al
ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la
deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me
compadecí de tí?'. E indignado, el rey lo entregó en
manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también
mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".
EL PERDÓN
Todos
somos limitados, frágiles y pecadores. Hay dos personas que no tienen pecado:
Cristo, por ser Dios y la Virgen, la Inmaculada, por ser la Madre de Cristo;
después, la condición humana está revestida de nuestras debilidades,
fragilidades y pecados. Por lo tanto, el reconocimiento es saber que Dios nos
perdona, que Dios es rico en misericordia, que no sólo perdona sino que también
transforma.
Perdona,
transforma y te devuelve la dignidad perdida. Recordemos el relato del Hijo
Pródigo, cuando el hijo menor volvió interesado a la casa de su padre porque se
moría de hambre; recordemos también la actitud del hermano mayor, que no
entendía esa misericordia del padre a quien trataba -por mostrar esa
misericordia- como si fuera injusto.
Pero
el perdón que Dios nos da también nos compromete a perdonar a los demás. Hay
que saber reconocer que la iniciativa de la reconciliación viene de Dios y es
la Iglesia la depositaria, a través de sus ministros, para que podamos devolver
esa paz en nombre de Cristo.
Vemos
cuánta fractura hay, cuánta división, cuánto rencor, cuánto distanciamiento,
cuántas cosas que afean la paz social: guerras, venganzas, injusticias,
rencores, orgullos. ¿No será el momento de pedirle a Dios que nos ayude a
buscar -todos- una verdadera reconciliación? Sé que para algunos quizás esta
palabra esté marcada de otras cosas. ¡No está marcada de nada!
Así
como Dios nos reconcilia y nos perdona, también nosotros tenemos que
reconciliarnos y perdonar a los demás. Es la misma oración que rezamos todos
los días en el Padrenuestro. Perdón, encuentro, fraternidad, diálogo, respeto.
Pidamos
al Señor que podamos entender para poder vivir el espíritu cristiano, el
espíritu evangélico, para que demos al mundo una bocanada de aire de paz, de
luz, de bondad, de amor, de perdón.
Les
dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén