TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXVIII A
(15-octubre-2017)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Vivamos
con alegría el milagro de la vida y el don de la fe
ü Lecturas:
o Profeta
Isaías 25, 6-10ª
o Carta
de san Pablo a los Filipenses 4, 12-14. 19-20
o Mateo
22, 1-14
ü Hay
cristianos que viven su fe de manera dramática, como si tuvieran que llevar sobre
sus hombros un peso insoportable. En su formación religiosa no descubrieron a
Dios como Padre misericordioso, sino como inquisidor implacable; no consideran
los mandamientos como una luz para acertar en la toma de decisiones, sino que
los ven como un conjunto de prohibiciones que los mantienen en zozobra continua
porque la posibilidad de pecar gravemente les aparece en cada vuelta del
camino. Estos bautizados no conocen la sonrisa y se privan de las alegrías
simples que les ofrece la vida, las que descartan como sospechosas.
ü La
espiritualidad que proclama el Papa Francisco es muy diferente. Para él, la
alegría está en el centro de la vida cristiana. Esta manera de comprender la
vida de fe es evidente en el nombre de dos documentos muy importantes de su
magisterio como Pastor universal: la Exhortación Apostólica El Gozo del Evangelio (Evangelii Gaudium) y
la Exhortación Apostólica Postsinodal La Alegría del Amor (Amoris Laetitia).
Como podemos ver, las palabras gozo y
alegría están en el centro de la espiritualidad del Papa Francisco. Basta
con citar los dos primeros números de Evangelii Gaudium para captar el mensaje
que nos quiere transmitir:
o “La
alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se
encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado,
de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento” (n. 1)
o “El
gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo,
es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda
enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada” (n. 2)
ü En
el Antiguo y en el Nuevo Testamento, esta realidad gozosa de sentirse llamado
por Dios, se expresa a través de la figura del banquete. Los principales acontecimientos de la vida familiar, de
la vida de la comunidad y las grandes fiestas religiosas eran ocasión para la
celebración de banquetes. A medida que iban llegando los invitados, el
anfitrión les daba la bienvenida con un beso, los empleados les ayudaban a
lavarse los pies porque habían transitado caminos polvorientos, sus cabezas eran
ungidas y se sentaban de acuerdo con un protocolo que tenía en cuenta su rango.
ü Las
lecturas de este domingo utilizan el simbolismo
del banquete para comunicarnos un mensaje de gran densidad teológica: El
profeta Isaías nos dice que “el Señor del universo preparará sobre este monte
un festín con platillos suculentos para todos los pueblos; un banquete con
vinos exquisitos y manjares sustanciosos (…) Destruirá la muerte para siempre;
el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros”. Y en el Evangelio de
Mateo leemos la parábola del banquete: el Reino de Dios es semejante a un rey
que preparó un banquete de bodas para su hijo.
ü La
institución de la Eucaristía, en la noche de la Última Cena, es la realización
del banquete de que habla el profeta Isaías y nos convierte en invitados de la
fiesta de bodas del hijo del rey. El pueblo de la nueva Alianza es invitado a
sentarse alrededor de la mesa para escuchar la Palabra de Dios y alimentarse
con el Pan de Vida y el Cáliz de Salvación. La rutina nos impide asombrarnos y
reconocer lo sobrecogedora que es esta invitación. Somos tan superficiales que hacemos
cara de aburrición cuando nos invitan a participar en la misa dominical, a la
que damos poca importancia dentro de nuestra agenda semanal; primero está el
deseo de permanecer en la cama, el paseo dominical, el encuentro con los
amigos… ¿Cuál sería nuestra reacción su fuéramos invitados a una cena VIP con
una de las grandes estrellas del espectáculo o del deporte?
ü Jesús
no se sentó a la mesa con los representantes del “establecimiento” judío, sino
que, rompiendo el protocolo y los prejuicios sociales, no tuvo inconveniente en
compartir con personajes tales como los recaudadores de impuestos y las
prostitutas, que estaban excluidos de la vida social. Por eso criticaban a
Jesús. Este debate se ha vuelto a abrir a propósito de las orientaciones
pastorales del Papa Francisco sobre los divorciados vueltos a casar y los homosexuales.
Francisco ha invitado a acoger a todos aquellos que quieren seguir al Señor en
medio de situaciones personales complicadas que se salen de los marcos tradicionales
del Derecho de la Iglesia. Muchos se han escandalizado con las palabras del Papa
Francisco, quien afirmó que la Eucaristía no es un premio para los buenos sino medicina
que reconforta a los débiles… El Papa Francisco es blanco de las críticas de
los nuevos fariseos de hoy, que lo acusan de haber traicionado la doctrina de
la Iglesia, y enumeran siete herejías en las que ha incurrido el Papa en su
Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia sobre la Familia y el
Matrimonio.
ü Las
lecturas de este domingo son un llamado a descubrir la Eucaristía dominical
como el banquete más especial y el momento cumbre de encuentro con la Palabra
de Dios, y el Cuerpo y la Sangre del Señor. Es lamentable que dejemos de sorprendernos
ante la grandeza y singularidad del misterio eucarístico por exceso de
familiaridad: los sacerdotes celebramos diariamente la Misa, y los fieles participan
en ella semanalmente. ¿Cuáles son las consecuencias de la rutina? El descuido
en la preparación de la homilía, la improvisación de los cantos, unas lecturas proclamadas
por personas no calificadas para ello. Así, lo que debía ser “cumbre y fuente
de la vida cristiana”, como lo afirma el Concilio Vaticano II, se convierte en una
desagradable experiencia que no alimenta nuestra vida de fe.
ü Vivamos
con alegría el milagro de la vida y el don de la fe. Vayamos con gozo a la Cena
del Señor. La participación frecuente en la mesa eucarística nos fortalece en nuestro
peregrinar hacia la Casa de nuestro Padre común.