XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.

EL HOMBRE DE TRATO AMABLE Y SUAVE, DE LOS CORAZONES TIENE LA LLAVE. 

Dejamos momentáneamente el ritmo litúrgico para recordar el día de hoy que la Iglesia tiene que ser una iglesia netamente misionera, dedicada preferentemente a buscar la paz y la salvación entre todos los hombres y cuando digo todos los hombres estoy hablando precisamente de todos los que venimos a este mundo y no solo  las “viejitas” que son las clientas preferidas de la Iglesia, y lo digo con respeto, pues ellas aportan en mucho, al sustento de cada día a los que estamos de este lado del altar.

Pero este día es verdaderamente especial en la vida de la Iglesia. Cristo dejó para el último momento de su vida, el gran mandato, el mandato misionero.  El apóstol se esfuerza por describir algo indescriptible, pues la subida de Cristo a los cielos es algo que no puede describirse con palabras humanas. De cualquier manera, sabemos que Cristo congregó a los suyos, a los apóstoles,  en lo alto de una montaña, y eso ya es significativo, pues grandes acontecimientos suyos ocurrieron precisamente en lo alto de una montaña. Debo decir, agregando a lo dicho, que los hombres apreciamos mucho los últimos momentos de las personas que nosotros llegamos a apreciar. Todo nos sabe bien viniendo de ellos, sus consejos, sus recomendaciones, su sonrisa e incluso sus regaños. Por eso Cristo dejó para el último momento, su gran recomendación: Vayan por el mundo,   llevando su Evangelio, su Palabra, su Mensaje y su Salvación. Le  dio a su Iglesia el poder salvador, un poder que no podemos imaginárnoslo sino como el poder del amor. Si no amamos, ya podremos desgañitarnos y nada conseguiremos. Con el amor todo será posible, y es algo que la humanidad necesita con urgencia, más que el agua para saciar su sed o el cuidado mismo del mundo que se nos ha dado por casa.  Y algo importante, que Cristo afirma y solemnemente, es su presencia entre nosotros hasta el final de los tiempos. La Iglesia necesita sentir esa presencia suya, lo mismo que la presencia del Espíritu Santo de Dios,  si quiere hacer presente entre los hombres el Reinado del Padre sobre la tierra.

Debo agregar que el Papa en su mensaje para este día, nos hace caer en la cuenta de la necesidad de darnos cuenta de la cercanía de  los jóvenes y la urgencia que ellos tienen del Evangelio de Cristo, y el impulso que ellos pueden dar a la obra de la Evangelización, pues su dinamismo, su entrega y su generosidad, serán esenciales en la marcha de la Iglesia en estos años difíciles. Es el momento ya de escuchar el mensaje mismo de Francisco, el Papa Actual: “los jóvenes son la esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada por él siguen fascinado a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en práctica el valor y los impulsos del corazón al servicio  de la humanidad . “Son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean callejeros de la fe, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!” (E. g. 106). La próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos que tendrá lugar en el año  2018 sobre el tema de “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, se presenta como una oportunidad providencial para involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera que necesita de su rica imaginación y creatividad”.

La invitación está lanzada, si verdaderamente somos creyentes, nuestro trabajo debe ir en la línea de una Iglesia misionera que haga presente en el mundo, el amor del Padre, la generosidad del Hijo y la presencia salvadora del Espíritu Santo de Dios.

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx