Carta de monseñor Juan Rubén
Martínez, obispo de Posadas,
para el 29° domingo
durante el año
[22 de octubre de 2017]
Este domingo 22 de
octubre es un día especial para los argentinos y para la vida democrática ya
que se realizan las elecciones sobre todo legislativas en nuestra Patria. Desde
ya que en todas las misas de hoy pondremos una petición especial rezando la «Oración
por la Patria» en la que decimos que «queremos ser Nación». Encomendaremos al Señor
la responsabilidad ciudadana que tenemos al votar teniendo la conciencia que
estamos decidiendo qué futuro queremos tener.
Durante este mes de
octubre en la diócesis también rezamos especialmente por las familias. Siempre
hemos considerado el tema de la familia como una clave de la Evangelización. Su
importancia está dada desde múltiples perspectivas: humana, social, cultural y,
obviamente también, religiosa.
Es importante también
considerar el movimiento eclesial en el que con alegría estamos revisando todos
los desafíos que se nos presentan y las respuestas pastorales que procuramos
dar. El Papa Francisco, después de dos sínodos, nos regaló la Exhortación
Apostólica «Amoris Laetitia» que nos
llevó, en cada diócesis, a plantearnos cómo anunciar más adecuadamente el valor
y el gozo de la familia. Es necesario reflexionar sobre cómo planteamos mejor
los vínculos del matrimonio y de la familia, cómo mejorar nuestra pastoral y
cómo acercarnos a tantos que viven situaciones complejas, acompañándolos,
discerniendo situaciones y buscando integrarlos en un discipulado eclesial que
a todos nos permite experimentar el amor misericordioso de Dios que es Padre.
El Papa Francisco nos
recuerda que «con íntimo gozo y profunda consolación, la Iglesia mira a las
familias que permanecen fieles a las enseñanzas del Evangelio, agradeciéndoles
el testimonio que dan y alentándolas. Gracias a ellas, en efecto, se hace
creíble la belleza del matrimonio indisoluble y fiel para siempre. En la
familia, que se podría llamar iglesia doméstica, madura la primera experiencia
eclesial de la comunión entre personas, en la que se refleja, por gracia, el misterio
de la Santa Trinidad. Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el
amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto
divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida.
La Iglesia es familia de
familias, constantemente enriquecida por la vida de todas las iglesias
domésticas. Por lo tanto, en virtud del sacramento del matrimonio cada familia
se convierte, a todos los efectos, en un bien para la Iglesia. En esta
perspectiva, ciertamente también será un don valioso, para el hoy de la
Iglesia, considerar la reciprocidad entre familia e Iglesia: la Iglesia es un
bien para la familia, la familia es un bien para la Iglesia. Custodiar este don
sacramental del Señor corresponde no sólo a la familia individualmente sino a
toda la comunidad cristiana» (AL 86-87)
En la diócesis, hemos
dedicado un largo tiempo para meditar la cuestión de la familia. Esto nos ha
llevado a realizar una Asamblea diocesana en junio pasado dedicada a este tema.
Estamos trabajando intensamente para que con la ayuda del Espíritu Santo
podamos salir al encuentro de tantos que esperan recibir el anuncio de
Jesucristo el Señor, la Buena Noticia, y anhelan experimentar el abrazo
misericordioso del Padre celestial.
El domingo pasado hemos
celebrado el día de la Madre. Nuestra gente, nuestro pueblo celebra con la
mayor alegría el gozo de la maternidad. La maravillosa capacidad dada por Dios
a la mujer y al varón de procrear y el don de ser madre que siempre dignifica a
una mujer. Queremos rezar por nuestras madres, por las que están aquí junto a
nosotros y por las que ya partieron a la casa de nuestro Padre Dios.
Lamentablemente también
hay que señalar que en algunos sectores más ligados a formas de poder o
sectores con ciertas ideologías se percibe un cierto desprecio insólito por la
maternidad. Se la ve como un problema y no como un don de Dios. Ponen
asombrosamente en oposición los derechos de la mujer versus los derechos del
niño, sobre todo de los niños por nacer.
Por el contrario, nuestro
pueblo sencillo que tiene gran sensatez y sentido común vive el valor de la
familia aún en su diversidad y valora la maternidad. Sin dudas, esto es un
fuerte signo de esperanza.
Les envío un saludo cercano
y hasta el próximo domingo.
Mons.
Juan Rubén Martínez,
obispo de Posadas