30ª semana del tiempo
ordinario. Martes: Lc 13, 18-21
El Reino de Dios, que Jesús
proclamaba, no es lo mismo que
Hoy Jesús nos cuenta dos
parábolas: la primera se refiere más al desarrollo externo del Reino y la
segunda al desarrollo interno. Habla a la gente sencilla; por eso escoge
ejemplos de los agricultores y de las amas de casa. Pone en las parábolas la
presencia de un hombre y de una mujer. No es la única vez que aparece así en el
evangelista san Lucas. Es una delicadeza del Señor, y quizá sea una invitación
para entrar todos en el Reino, hombres y mujeres. Son parábolas que sirven para
animar al pequeño grupo que está comenzando. Ellos no tienen apenas medios
externos; pero sí abundan en ánimo y confianza en Dios. Cuando san Lucas
escribía esto, quizá podía constatar ya la manera de cómo el Espíritu Santo
estaba actuando en las comunidades cristianas, evangelizadas por san Pablo, a
quien acompañaba, y por los otros apóstoles.
Dice Jesús que el Reino de
Dios en la tierra es como una semilla de mostaza. La verdad es que es una
semilla muy pequeña; pero cuando fructifica, se hace uno de los mayores
arbustos. Esto indica que hay que tener confianza en que la verdad y la gracia
de Dios vaya creciendo en el mundo. Muchas veces no se
nota. Sucede algo así como cuando uno pasa todos los días por delante de un
árbol y no nota que crece; pero si espera cierto tiempo, quizá años, lo nota
enseguida. A veces, cuando se mira
A nosotros nos gustarían
los éxitos rápidos y espectaculares; pero no es ese el estilo de Dios. Ya desde
el Ant. Test. y en toda la historia cristiana vemos
cómo Dios se sirve de medios que nos parecen insignificantes para conseguir
frutos muy notables. No lo quiso Jesús comparar a un poderoso árbol, como el
cedro del Líbano, que arrase con todos los nutrientes del suelo y no permita
crecer nada cerca de él. Es como un árbol sencillo, donde todos tienen acogida,
hasta los más alejados.
Es también como la levadura
en una masa de pan. No se nota al principio, pero se ven sus efectos. Así pasa
en el mundo y así ha sucedido a lo largo de la historia. De hecho se nota la
presencia de
El Reino de Dios es semilla
pequeña y levadura. Esto lo podemos aplicar a nuestras pequeñas realidades
espirituales, como el matrimonio. Si no crece en cada uno, es porque nunca fue
semilla de gracia, semejante a la unión entre Cristo y