21 de Noviembre.
Presentación de María: Mt 12, 46-50
Esta fiesta de hoy, la Presentación
de María, no se basa en algo que nos digan expresamente los evangelios, sino
más bien en una actitud espiritual de María y en una tradición de la primitiva
cristiandad, plasmada en un libro apócrifo llamado el “protoevangelio
de Santiago”. Narra este libro de una manera poética cómo la Virgen Niña es
llevada por sus padres al templo, es recibida por el sacerdote y cómo se queda
en el templo alabando a Dios y acompañada por los ángeles. La respuesta que dirá María al ángel “No
conozco varón” da a entender que vivía su consagración a Dios.
Este acto de ofrecimiento a
Dios no fue exclusivo de María, pues aparece en otros personajes de la Biblia. Es famoso el
caso del niño Samuel ofrecido a Dios, ya que su madre Ana lo había conseguido
después de muchas oraciones a Dios. También en el caso de María se describe a
sus padres, Joaquín y Ana, ancianos, despreciados por sus amigos al no poder
tener hijos, siendo de la estirpe de David, ya que todos los de esta estirpe
deseaban tenerlos por las promesas de que podrían engendrar al Mesías. Por eso
el acto de parte de los padres de María supone el agradecimiento por el don de
la vida de esta hija, ya que lo aceptan como un verdadero don de Dios.
Lo más importante de esta
fiesta no es el acto en cuanto histórico, sino la actitud cierta de María de
estar presentada y consagrada al Señor continuamente. Podríamos decir que es la
actitud de estar presentable siempre ante Dios. Esto lo hacía una realidad
cumpliendo siempre la voluntad de Dios. Hoy en el evangelio se nos narra el
pasaje en que Jesús, después de que le han dicho que fuera de la casa están su madre y familiares, nos dice que “todo aquel que
cumpla la voluntad de Dios es su madre, hermano o hermana”. Esto no era ninguna
injuria contra su madre, pues, siendo la que mejor ha cumplido la voluntad de
Dios, es más madre por el espíritu que lo es por la carne. Pero fue el momento
especial que aprovechó Jesús para decirnos que nosotros, si acogemos su palabra
y la cumplimos, podemos sentirnos tan unidos a El como lo estaba su misma
madre. Es un motivo de alegría para nosotros.
Esta fiesta de la
presentación de la Virgen
es un momento para consagrarnos a Dios o renovar nuestra consagración. De hecho
todos hemos sido consagrados a Dios por el bautismo. Muchos hemos hecho
diversas consagraciones a lo largo de nuestra vida; pero la Iglesia se fija
especialmente en este día en aquellos que se han consagrado a Dios con los votos
de pobreza, castidad y obediencia. En este día muchas religiosas se consagran a
Dios o renuevan los votos pronunciados en tiempos solemnes. También la ofrenda
de María es modelo para los que se consagran a Dios en el sacerdocio. Hoy la Iglesia nos invita a que
con nuestras oraciones ayudemos a todos los consagrados a que sean fieles en su
cumplimiento.
Esta actitud de María en
cumplir la voluntad de Dios aparece hermosamente en el momento de la Anunciación,
cuando responde al ángel: “Hágase en mi según tu palabra”. Ella escuchaba la
palabra de Jesús –se dice que era la mejor discípula suya- la guardaba en su
corazón y la ponía en práctica. Este es el ejemplo que hoy nos da María.
Presentarse ante el Señor o estar presentables supone primero estar atentos a
las palabras de Jesús que nos trasmiten los evangelios. Luego es necesario que
penetren en nuestro corazón. Para ello debemos estar en actitud continua de
ofrenda y de escucha a la voz del Espíritu. Luego las obras saldrán espontáneamente
como de un corazón entregado y ofrecido a Dios.
El motivo de esta fiesta se
remonta al año 543, cuando fue la “dedicación” de una iglesia llamada “Santa
María la Nueva”
cerca del templo de Jerusalén. Con ello honraban a María que se dedicó al Señor
desde su infancia, movida por el Espíritu Santo. Que ella nos ayude a vivir
siempre presentables ante el Señor en una continua presentación o dedicación de
nuestras vidas al Creador.