«liderazgos que sirven»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para la solemnidad de nuestro
Señor Jesucristo, Rey del universo
[26 de noviembre de 2017]
Este domingo celebramos a Cristo Rey del Universo y
culminamos el año litúrgico. Con mucha alegría hoy a las 18 hs.
bendeciremos la primera capilla dedicada a la adoración perpetua del santísimo
Sacramento, cerca de la terminal de colectivos. Será un lugar de adoración y
espiritualidad. Desde allí iremos en procesión hasta la parroquia Cristo Rey
donde celebraremos la misa de las fiestas patronales.
El Evangelio de este domingo (Mt 25,31-46), nos propone
un texto que nos habla del juicio final y nos señala quiénes son los herederos
del Reino y quiénes están excluidos de él: «Entonces el Rey dirá…Vengan,
benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado
desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer;
tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me
vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver». A los oyentes
les asombró esta afirmación y el texto continúa diciendo: «… y el Rey les
respondió: Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis
hermanos lo hicieron conmigo».
No es fácil captar el núcleo del cristianismo. Comprender
que la centralidad de la caridad, la justicia y la misericordia son las «credenciales
de ingreso» a este Reino que nos propone el Señor. Esta comprensión es
indispensable para todo bautizado que se dispone a asumir este camino que
queremos intensificar como discípulos y misioneros de Jesucristo. Debemos
acentuar que estas «credenciales de ingreso» al Reino que son importantes para
todos, lo son especialmente para aquellos que tenemos responsabilidades en la
conducción ya sea como pastores, o bien como dirigentes sociales, políticos,
económicos. Todos aquellos que debemos dar cuentas del bien o de los daños que
provocamos desde nuestras tareas y compromisos.
En un documento de la Conferencia Episcopal Argentina
decíamos: «En un cambio de época, caracterizado por la carencia de nuevos
estilos de liderazgo, tanto sociales y políticos, como religiosos y culturales,
es bueno tener presente esta concepción del poder como servicio. Como Iglesia,
este déficit nos cuestiona. En un continente de bautizados, advertimos la
notable ausencia, en el ámbito político, comunicacional y universitario, de
voces e iniciativas de líderes católicos, con fuerte personalidad y abnegada
vocación, que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas. Por
eso, es fundamental generar y alentar un estilo de liderazgo centrado en el
servicio al prójimo y al bien común. Todo líder, para llegar a ser un verdadero
dirigente ha de ser ante todo un testigo. El testimonio personal, como
expresión de coherencia y ejemplaridad hace al crecimiento de una comunidad.
Necesitamos generar un liderazgo con capacidad de promover el desarrollo
integral de la persona y de la sociedad. No habrá cambios profundos si no
renace, en todos los ambientes y sectores, una intensa mística del servicio,
que ayude a despertar nuevas vocaciones de compromiso social y político. El
verdadero liderazgo supera la omnipotencia del poder y no se conforma con la
mera gestión de las urgencias. Recordemos algunos valores propios de los
auténticos líderes: la integridad moral, la amplitud de miras, el compromiso
concreto por el bien de todos, la capacidad de escucha, el interés por
proyectar más allá de lo inmediato, el respeto de la ley, el discernimiento atento
de los nuevos signos de los tiempos y, sobre todo, la coherencia de vida.
Alentamos a los líderes de las organizaciones de la
sociedad a participar en la reorientación y consiguiente rehabilitación ética
de la política. Les pedimos que se esfuercen por ser nuevos dirigentes, más
aptos, más sensibles al bien común, y capacitados para la renovación de
nuestras instituciones. Queremos reconocer con gratitud a quienes luchan por
vivir con fidelidad a sus principios como así también a los educadores, comunicadores
sociales, profesionales, técnicos, científicos y académicos, que se esfuerzan
por promover una concepción integral de la persona humana. A todos ellos, les
pedimos que no bajen los brazos, que reafirmen su dignidad y su vocación de
servicio constructivo. Uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo es
recuperar el valor de toda sana militancia».
Hoy, los argentinos, los misioneros, necesitamos pedir el
don de la fe y tener un corazón simple para entender este maravilloso llamado
del Señor, invitándonos a todos, sobre todo a los que tenemos más
responsabilidades a formar parte de este Reino de Dios.
¡Un saludo
cercano y hasta el próximo domingo
Mons. Juan Rubén
Martínez, obispo de Posadas