ADVIENTO
– DOMINGO I B
(3-diciembre-2017)
Jorge Humberto Peláez S.J.
El
Adviento, un viaje a la ternura y a los valores simples de la vida
ü Lecturas:
o Profeta
Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7
o I
Carta de san Pablo a los Corintios 1, 3-9
o Marcos
13, 33-37
ü En
los últimos días, las ciudades han cambiado de aspecto. Por todas partes
brillan luces de colores, y en las vitrinas de los almacenes aparecen las
estrellas de Belén, los pesebres y los árboles profusamente decorados. Estos preparativos
nos hablan de algo muy especial que sucederá en las próximas semanas. Para los
cristianos, se trata de la conmemoración del nacimiento de Jesucristo, Hijo
eterno de Padre hecho hombre en las entrañas de una campesina judía; para los
no creyentes, es una invitación para salir de compras y reunirse con los
amigos.
ü Ciertamente,
los comerciantes tienen derecho a ganarse la vida; necesitan recuperarse después
de un año en el que la actividad económica ha estado frenada. Pero evitemos
caer en las seducciones de la sociedad de consumo que nos presiona para que compremos
de manera compulsiva y, en muchos casos, contrayendo deudas de manera irresponsable.
Invirtamos en aquello que contribuye a mejorar la calidad de vida de nuestras
familias y de las personas que nos rodean. En estas fiestas de Navidad,
llevemos en el corazón a los pobres, a todas aquellas personas cuyas
necesidades básicas están insatisfechas. Compartamos con los pobres, con los
ancianos, con los niños. Además, debemos ser muy responsables en la forma como
manejamos las basuras, que aumentan significativamente durante estas fiestas:
botellas, empaques, plásticos, etc. Recordemos las fuertes palabras del papa
Francisco en su encíclica sobre El cuidado de la casa común: “Se producen
cientos de millones de toneladas de residuos por año, muchos de ellos no
biodegradables; residuos domiciliarios y comerciales, residuos altamente
tóxicos y radioactivos. La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez
más en un inmenso depósito de porquería”.
ü En
este comienzo del Adviento los invito a meditar en estas dos preguntas: ¿Para
qué acontecimiento nos preparamos? y ¿cómo hacerlo?
ü El
texto del evangelio de Marcos nos expresa con claridad el clima espiritual que
debería imperar en estas celebraciones, clima de preparación: “Velen y estén preparados,
porque no saben cuándo llegará el momento”. En la primera lectura escuchamos la
hermosa oración del profeta Isaías: “Ojalá rasgaras los cielos y bajaras,
estremeciendo las montañas con tu presencia”.
ü Nos
preparamos para celebrar el regalo maravilloso del nacimiento de Jesús, en un pueblito
insignificante de Tierra Santa. Ese niño, cuyo nacimiento pasó desapercibido
para los poderosos de este mundo, es el Hijo eterno del Padre, que vino para descubrirnos
el misterio de Dios, y cuya Pascua nos convirtió en hijos de Dios y partícipes
de su vida divina.
ü Yahvé
estableció una Alianza con Abrahán, Isaac y Jacob, y fue manifestando su plan
de salvación en la vida de este pueblo constituido por los descendientes de los
patriarcas. Este camino pedagógico duró siglos y fue muy accidentado por las
infidelidades del pueblo y de sus dirigentes. Los profetas y demás mensajeros
de Yahvé fueron protagonistas muy importantes en este proceso pedagógico que preparaba
el camino para el advenimiento de un Mesías, que sería descendiente de David.
ü Y
cuando llega la plenitud de los tiempos, cesan los mensajeros, y la Palabra
eterna de Dios se hace hombre en las entrañas de una mujer. El Padre escogió
como colaboradora del plan de salvación a una joven campesina, María, quien, después
de escuchar el mensaje que le transmitía el ángel, respondió: “Hágase en mí
según tu palabra”. El SÍ de María dividió en dos grandes capítulos la historia
de la humanidad: antes de Cristo y después de Cristo.
ü El
nacimiento de Jesús es una nueva creación porque cambia el sentido de la vida y
de la muerte, nos descubre que Dios es amor y nos invita a compartir la vida
divina. Esta nueva creación comienza en un establo, en el silencio de la noche
y no es visible para los poderosos, sino para unos pastores que fueron los
testigos privilegiados.
ü Tomemos
distancia de los ruidos y luces de la sociedad de consumo. Dejemos que los
símbolos navideños – el pesebre con sus ovejas y pastores, los villancicos, la
novena en familia – nos comuniquen su mensaje de sencillez, amor, espiritualidad,
vida de familia, solidaridad con los pobres.
ü Es
imposible no sentirse conmovido con las imágenes navideñas, que tocan fibras
muy hondas en los niños y en los adultos. Dejémonos interpelar por ellas. Que
estas semanas de Adviento sean un viaje que nos permita redescubrir la ternura,
el valor de las cosas simples y la espiritualidad.