1ª semana de Adviento. Domingo B: Mc 13,
33-37
Comenzamos hoy un nuevo año litúrgico. Lo
comenzamos con estos 4 domingos que llamamos de Adviento, palabra que significa
“venida” o llegada del Señor. Venida en su triple dimensión: recordamos la
primera venida en la primera Navidad, sabemos que viene continuamente, porque
está continuamente entre nosotros, y esperamos la segunda venida, que será
triunfal, al final de los tiempos. De esta segunda y final venida nos fijamos
un poco más en este primer domingo de Adviento, para que nuestra vida sea una
continua y digna preparación para toda venida del Señor. Por eso el comienzo de
un nuevo año litúrgico debe ser para nosotros como el comienzo de un nuevo
curso, en el que, como buenos alumnos, debemos desear progresar en nuestra
formación espiritual. Para este progreso, en este curso del ciclo B, se nos da
un texto en los evangelios que será, en buena parte, el evangelio de san
Marcos, aquel discípulo inquieto, primero de san Pablo y por fin de san Pedro,
que, a instancias de los oyentes de san Pedro en Roma, escribió lo que el
apóstol predicaba sobre Jesús.
El evangelio de hoy es el
final del capítulo 13 donde, con lenguaje apocalíptico, que significa algo
misterioso y con símbolos, nos habla de cosas grandiosas como son el fin de
Jerusalén y del mundo. La destrucción de Jerusalén, cuando san Marcos escribió
todo esto, quizá no se había dado, pero se preveía porque los israelitas, sobre
todo los zelotes, se habían revelado de una manera sangrienta y se preveía el
duro castigo de los romanos. Entonces falsos profetas
anunciaban milagros de Dios y muchos cristianos creían que la 2ª venida de
Jesús, ahora resucitado y triunfal, estaba para llegar. San Marcos les
recuerda, con palabras de Jesús, que no es así, que sobre esa venida nadie lo
sabe; pero que en toda nuestra vida debemos tener vigilancia.
Estas palabras son muy
apropiadas para nosotros. 4 veces dice la palabra: “Velad”. Hoy Jesús nos
invita a la vigilancia. Debemos estar alerta, despiertos. Y Jesús nos
pone el ejemplo de un amo que se va de viaje y no dice la hora de llegada. Los
criados deben estar alerta las 24 horas del día. Debemos estar despiertos,
porque, si estamos dormidos, puede venir el maligno a sembrar la cizaña, que
son ideas o costumbres que entorpecen nuestra fe o nuestra fidelidad a la
palabra dada a Dios. Estar atentos es lo contrario de “distracción”. Y
desgraciadamente hay muchas cosas que nos distraen del verdadero camino de
nuestra salvación. Pueden ser hasta enfermedades o dolores morales, desgracias
personales o catástrofes; pero más frecuentes son las ideas y las costumbres
mundanas. En este primer domingo de Adviento debemos tener muy presente cuál es
el final o la finalidad de nuestra vida, que es la salvación.
Estamos
demasiado metidos en las preocupaciones mundanas. Por eso debemos vigilar.
Estas palabras de Jesús algunos creen que sirven para aumentar el temor. Esto
viene de épocas medievales por la imagen de los señores feudales demasiado
despóticos hacia sus siervos. Pero Jesús nos quiere dar esperanza, porque esta
vida es un prepararse al encuentro de nuestro Dios, que es el Padre de mayor
bondad.
Vigilar es esperar, pero no
con esperanza pasiva sino activa: En la vigilancia Jesús nos hablaba de oración.
Hay que orar, pero con los ojos abiertos a la realidad y las manos ocupadas en
la redención del mundo. Vigilancia activa es, como dice la primera oración de
la misa: “para salir al encuentro del Señor con nuestras buenas obras”.
Vigilar es estar atentos a