8 de Diciembre. Fiesta de la Inmaculada: Lc 1, 26-38
Hoy nos alegramos con toda la Iglesia por ser una fiesta
muy especial de nuestra Madre, la Stma. Virgen María.
Entre tantas fiestas en honor de la
Madre de Dios, hay dos más especiales para toda la Iglesia: el comienzo de la
vida de María, como Inmaculada o llena de gracia, y el final, que fue su
Asunción en cuerpo y alma al cielo.
Nos alegramos cuando
tenemos algo bueno; pero nada mejor podemos tener que la vida de gracia en
nuestra alma, que es lo que nos dará la plena felicidad para siempre. Por eso
hoy celebramos el hecho de que la Virgen María estuvo llena de gracia, limpia de
todo pecado desde el primer instante de su concepción. La concepción es el
momento en que Dios crea el alma uniéndola a la materia, que proviene de los
padres: es el momento en que comienza la vida humana.
La Biblia no menciona explícitamente este dogma o creencia de fe. Lo
creemos y sabemos por la
Tradición, es decir, por la autoridad que les dio Jesús a los
apóstoles y a sus sucesores para interpretar dignamente mensajes que nos da la Sagrada Escritura.
Con el tiempo algunos mensajes se clarifican, como este dogma de la Inmaculada. Así,
después de ponerse de acuerdo todos los obispos, siguiendo la devoción del
pueblo cristiano, el papa lo proclamó como una verdad que debemos creer y tomar
en consideración para nuestra vida cristiana. Era el 8 de Diciembre del año
1854 cuando el papa Pío IX proclamó solemnemente esta verdad.
Se basaba en algunas
palabras de la Biblia. El
primer pasaje importante es el que nos narra la primera lectura de la misa de
este día. Es el capítulo 3 del Génesis. Allí aparece una lucha entre la
serpiente, que simboliza el demonio o fuerzas del mal con el Redentor de la
humanidad. Y unida con el Redentor aparece una mujer que “aplastará la cabeza
de la serpiente”. Esto quiere decir que habrá una mujer, unida al Redentor, que
no tendrá que ver nada con el pecado. Para que el triunfo sea total debe estar
sin mancha de pecado “desde el primer momento de su concepción”.
En el evangelio de este día
aparece el ángel Gabriel saludando a María con esa expresión
de “llena de Gracia”. Es como el nombre propio de la Virgen. Significa
una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural del alma en unión con
Dios. Y no se trata de algo conseguido entonces, sino como si fuese algo propio
e innato en el alma de María. Por eso aquello de “el Señor está contigo”. Esta
es una expresión que aparece en otros lugares de la Biblia; pero aquí se
realiza con pleno sentido, porque Dios está más presente cuanto mayor sea el
grado de gracia que hay en el alma.
Estos no son argumentos
definitivos; pero la Iglesia
reflexiona con la ayuda de Dios. Y ya desde los primeros siglos de la Iglesia había teólogos que
reflexionaban sobre la conveniencia de que Dios diera esta inmensa gracia a la
que iba a ser su madre. En el día de nuestra Madre en algunos sitios se celebra
a las otras madres. Pero podemos ponernos a pensar: si nosotros hubiéramos
podido hacer a nuestra madre, es decir, darle las cualidades que nos hubieran
parecido mejores ¿Qué no hubiéramos hecho para nuestra madre? Pues como Dios lo
que más estima son los valores espirituales, la grandeza de alma, no escatimó
nada para embellecer espiritualmente a su Madre, sin que el pecado pudiera
dañarla ni en el primer momento de su concepción.
Por eso hoy nos alegramos
al considerar la belleza de la
Madre celestial. Pero también es un mensaje para que
busquemos la mayor purificación para nuestra alma. María es nuestra madre, pero
es también el modelo a seguir. Ella también fue redimida por Jesucristo, aunque
de modo adelantado. Nosotros, aunque somos pecadores, fuimos hechos limpios por
el bautismo. Sin embargo ¡Cuántos pecados hemos ido acumulando! En este día
pidamos fortaleza a Nuestro Señor para limpiar nuestra alma y, fijándonos en el
modelo de limpieza, que es la
Inmaculada, caminemos por el camino de la gracia y santidad
para que un día nos podamos ver y gozar con María en el cielo.