CICLO A
TIEMPO DE ADVIENTO
DOMINGO
IV
El Emmanuel, Dios verdadero,
que se hizo hombre verdadero en las entrañas virginales de María (primera
lectura) por obra del Espíritu Santo, sin intervención de varón, tampoco de
José (Evangelio). Jesús, que nació en Belén de la estirpe de David, que creció
en Nazaret a la sombra bondadosa de José. Jesús que anunció el mensaje de la
salvación de los hombres y pasó por la vida haciendo el bien. Jesús que fue
crucificado, muerto y sepultado, pero al tercer día resucitó de la muerte con
pleno poder; Jesucristo nuestro Señor (segunda lectura).
Aquel Emmanuel (Dios con
nosotros) no es un recuerdo. Ahora está vivo por los siglos de los siglos; y
hasta el final, cada día viene a nosotros con gloria, con su gracia, anticipo e
inicio de la gloria, pues la gracia y la gloria son del mismo género (Santo
Tomás). Por eso, tiempo de Adviento (de advenimiento del Salvador) es toda la
vida del cristiano, hasta el final, cuando Dios lo sea todo en todos. Así las cuatro
semanas del Adviento no pueden ser un juego litúrgico prenavideño, sino un
entrenamiento intensivo, real, que nos prepare para recibir con alegría al
Salvador, que viene a nosotros con su gracia, que es su gloria, de la que
quiere que participemos.
El Evangelio de este último
domingo del Adviento nos dice cómo hemos de recibir al Mesías Salvador: con fe,
como José y María, dispuestos a hacer su voluntad. Porque además, lo que Dios
quiere de nosotros es lo mejor para nosotros. Una fe que es seguridad, confianza,
fidelidad. Pero también una fe consecuente y valiente a la hora de confesar que
Cristo, el Dios-con-nosotros, es nuestro único Señor y Salvador.
Que el Señor derrame su gracia
sobre nosotros los que creemos en la encarnación de su Hijo, para que lleguemos
por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección (Oración colecta).
MARIANO ESTEBAN CARO