PREPARAR EL CAMINO
Segundo domingo de Adviento. B
“Consolad,
consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios”. Estas palabras justifican el
título de “Libro de la Consolación”, que
suele darse a esta segunda parte del libro de Isaías”. El pueblo de Israel ha
padecido la deportación y el exilio en Babilonia. Pero suena ya la hora del
retorno a su tierra. Así que el consuelo
no es una palabra vacía de contenido.
“Una voz grita: En el desierto preparadle un camino al
Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios” (Is 40,3). ¿Hay que
preparar un camino al Señor o al pueblo que ha sido humillado? ¿No será una
confusión del profeta? ¿O será que Dios se identifica con aquellos que han sido
deportados y maltratados en tierra
extraña?
Es hora de olvidar los sufrimientos del pasado. “La
salvación está ya cerca de sus fieles… La justicia marchará ante él, la
salvación seguirá sus pasos”. No puede ser vana esa promesa que canta el salmo
responsorial (Sal 84).
Pero si Dios no se olvida de nuestra miseria, algo
hemos de hacer nosotros. Al menos, hemos
de mirar hacia delante. Eso es. “Esperar y apresurar la venida del Señor” (2
Pe,3,12).
LOS SENDEROS
El evangelio de
este segundo domingo del Adviento modifica levemente el mensaje del profeta:
“Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus
senderos” (Mc 1,3). El desierto era antes la vía de retorno de los desterrados.
El desierto es ahora el lugar donde resuena la voz de Juan Bautista. Pero la
exhortación es la misma.
• “Preparar el camino al Señor”. Dios es discreto, pero no es indiferente. Es
el Señor de este mundo y ama a todos sus hijos. Es cierto que muchos parecen
vivir alejados de él. Pero no podemos quedar paralizados por el “pesimismo
estéril” que denuncia el papa Francisco. Hay que tender puentes para que Dios
pueda encontrarse con sus hijos.
• “Allanad sus senderos”. Muchos encuentran dificultades para andar por el camino del Señor. Unos gritan su
rechazo con blasfemias y otros lo demuestran con su indiferencia. Hay rocas
institucionales que habrá que dinamitar. Pero ahí están también todos los
escandalosos altibajos que presentamos los que decimos creer en Dios.
Es cierto que vivimos en un desierto. Pero es cierto
que en el desierto resuena una voz que grita para despertarnos. Es urgente allanar senderos para facilitar el
encuentro.
EL ENCUENTRO
Nos llama la atención tanto el extraño vestido del Bautista
como su dieta de saltamontes y miel silvestre. Pero olvidamos su humildad y su
mensaje.
• “Detrás de mí viene el que puede más que yo”.
Anunciar al que viene. Porque el Señor está viniendo. He ahí el resumen de la tarea que nos ha sido confiada. Esa es la
forma de superar las tentaciones de la desesperanza y de la orgullosa
presunción.
• “Él os bautizará con Espíritu Santo”. Hemos sido
bautizados con agua. Y no es poco, si ese bautismo significa el don de la fe y
el compromiso de vivirla cada día. Pero el baño del Espíritu nos hará abandonar
nuestros miedos y vivir con la osadía de su fuerza.
- Señor Jesús, sabemos
que estás viniendo a nuestro mundo. A nuestro mundo, que es el tuyo. Necesitamos
recuperar la fe y el coraje para preparar los caminos que hagan posible tu
encunetro con tus hermanos. Tus hermanos, que son los nuestros. No podemos olvidarlo.
Ven, Señor Jesús.
José-Román
Flecha Andrés