Día 18 de
Diciembre: Mt 1, 18-28
Desde ayer, día 17,
Tuvo que ser tremendo para
san José el darse cuenta de que María iba a ser madre. Quizá fuese cuando María
volvió de visitar a su prima Isabel; quizá se enteró por las habladurías de la
gente y hasta quizá fue cuando alguien le felicitó por ello. Resulta que entre
los judíos existían unas leyes, para nosotros extrañas y quizá sólo tenidas por
la costumbre, sobre el momento del matrimonio: una cosa era el contrato y otra
la cohabitación. Entre estos dos momentos solían pasar unos cuantos meses.
Parece ser que José y María habían hecho el contrato. Por eso se dice en
El caso es que durante esos
meses se llamaban esposos, pero era mal visto que pudieran ya esperar un hijo,
aunque en realidad era aceptado. De tal manera que si alguno tenía una relación
carnal con otra persona, se consideraba ya un adulterio. San José sabía que él
no había tenido parte en esa paternidad; pero también sabía de la santidad de María.
Por eso tuvo que ser grande su angustia. ¿Qué hacer? La podía acusar como
adúltera; pero san José era “bueno”, como dice el evangelio. Algunas veces se
traduce como “justo”; pero esta palabra puede tener dos sentidos. Si se trata
de una justicia, como la señalada por las leyes de los judíos, debía acusarla;
pero Jesús nos enseñó otra clase de justicia, que llamamos santidad. Por ella
uno debe tender a hacer el bien. Por eso san José pensó sacrificarse él mismo y
prefirió dejarla y marcharse lejos, abandonado en las manos de Dios.
Alguno pensará que porqué
no hablaron y por qué María no explicó todo como le había
dicho el ángel. Esto es muy difícil explicarlo y mucho más difícil creerlo, si
no hay una intervención de Dios. Pues sí la hubo. Y Dios le anunció a José todo
lo que había sucedido. El evangelio habla de un “sueño”. Es una forma bíblica
para expresar que hubo una manifestación extraordinaria de Dios. De alguna
manera fue un ángel o mensajero de Dios. No sólo le explica lo que ha sucedido
con María, sino que le da a José un encargo muy especial: el poner el nombre al
niño. En lenguaje bíblico quería decir que fuese responsable del niño como si
fuese su padre. Poner el nombre era aceptar que se responsabilizaba de la
educación y crianza de aquel niño. El nombre que debía ponerle era “Jesús”, que
significa salvador. Pero no salvador del poder de los enemigos externos, sino
salvador de los pecados, para darnos su gracia.
Hoy san José, juntamente
con
Cada día de esta novena
litúrgica se le da un nombre especial a Jesús. Hoy se le llama “pastor de la
casa de Israel”. El es quien nos conduce por caminos seguros; pero debemos
dejarnos guiar. Al terminar la genealogía en san Mateo siguiendo los
antecesores de san José, ya no se dice lo de “engendró”. Es como si comenzase
una nueva etapa, el nuevo Israel universal, guiado por Jesucristo, nuestro
Señor.