DOMINGO DE LA SAGRADA FAMIIA, Ciclo B

LOS HIJOS Y LOS MARIDOS, POR SUS HECHO SON QUERIDOS

 ¡Que bella manera de terminar el año que dejarnos conducir por María y por José        que llevan procesionalmente a su Hijo Jesús recién nacido!

Recordamos hoy la primera procesión eucarística, la mejor procesión, la mejor custodia que Cristo podría llevar: los mismos brazos de María. Ahí calientito, hizo Cristo  su primera salida en público, y precisamente a Jerusalén, lugar de llegada de todos los judíos devotos que cumplían con la ley de presentar a la mujer para ser purificada después del parto y para entregar una ofrenda significativa, dado que el primogénito de cada familia le pertenecía a Dios y los sacrificios humanos estaban prohibidos.

 Eran pobres, tan pobres, que nadie reparó en ellos, ni siquiera  el sacerdote que los atendió. Él  tomaría distraídamente las dos palomitas que le ofrecían, las sacrificaría en el altar, y ni una sola palabra para ellos. Eran tantos los peregrinos, que había que despachar rápidamente a esta pareja que ningún beneficio reportaría. 

Sin embargo, el detalle de la visita no terminó ahí, pues dos ancianos, Simón y Ana, dos ancianos como los que abundan  en las iglesias, hoy,  para ellos no pasó desapercibida aquella pareja de jóvenes con su hijo en brazos. Cuando Simón pudo acercarse a ellos, con mucha emoción pidió a María que le permitiera tomar algunos momentos al niño en sus brazos,  pues Dios le había prometido que no moriría sin haber visto al Salvador del mundo, y cuando pudo hacerlo, daba gloria al Señor por permitirle aquella maravilla de tener en sus brazos nada menos que al  Hijo de Dios, que daría luz a todas las gentes y que se convertiría en signo de contradicción para otras muchas. Con emoción puso de nueva cuenta al niño en los brazos de su madre, no sin antes anunciarle que en su vida estaría marcada por la alegría de ver crecer a su hijo, pero también estaría señalada por el dolor y la incomprensión de los hombres.  y Ana, por su parte, también deba gloria al Señor que cumplía así las promesas de salvación para su pueblo. Así de esta  manera, María y José  honraron  la memoria de tantos ancianos que viven incomprendidos, aislados, silenciosos, porque se les niega la posibilidad de hacerse oír y de transmitir tanta riqueza que han acumulado en su larga vida.

El texto de San Lucas resume en dos renglones lo que fueron treinta años en la vida de Cristo: su crecimiento en el seno de una familia, conociendo toda la gama de situaciones que pueden vivirse en una familia, una familia en un ambiente, en una cultura, en una fe y en unas tradiciones que a Cristo le van a servir maravillosamente cuando comenzara su gloriosa aventura de salvación para todos los hombres. Eso quiere decir que  no fue a saltos, como tantos jóvenes que quieren escalar rápidamente los peldaños de la vida, buscando casi siempre riqueza, placer y poder, cosas desconocidas en la vida de Cristo, que hizo de su vida vivida en la pobreza, una vida de paz, de alegría y de contento para poder ofrecer a todos los hombres la alegría sencilla y el mensaje de paz y de salvación de Dios sobre la tierra. Dejémonos tomar de mano de María y conducidos por José, demos gracias a Dios que nos permite terminar gozosamente este año de vida.

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx