SANTA MARIA MADRE DE DIOS, 1º. DEL
AÑO, CICLO B
UNA MUJER
ENCABEZA LA MARCHA DE LA HUMANIDAD AL PRINCIPIO DEL AÑO.
El inicio del
año queda marcado por la expectación, los deseos y la esperanza de un mundo
mejor. Se hacen recuentos y balances y la expectación crece a medida que se
anuncia con ruido y con campanas que el año nuevo ha comenzado. Pero es
importante decir que la Iglesia nos invita a mirar con expectación y con esperanzas
el nuevo año, pero curiosamente, de la mano y bajo la protección de una mujer.
¿Por qué precisamente una mujer? Porque
se trata de una mujer muy especial, única, pues fue la escogida para ser Madre
nada menos que del mismísimo Hijo de Dios.
Todo un gran acontecimiento, y sin embargo, la narración evangélica no
podía ser más sencilla y más ingenua: “En aquel tiempo los pastores fueron a
toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a Jose y al niño recostado en el
pesebre”. Fueron los pastores, los más desprotegidos, gente en la que todos
desconfiaban por ser descreídos, los que anunciaban y se deshacían en halagos para María, para el
Niño y para José. El acontecimiento único
del nacimiento del Niño Dios, no tuvo heraldos vestidos elegantemente ni
anunciado con las armas, sino por
simples pastores, que dejando su rebaño se unieron a los coros de los
ángeles que cantaban la gloria de Dios.
“Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y
cuantos los oían quedaban maravillados”
se postraron ante esta maravilla de un niño recién nacido pero no paró
ahí, sino que iban prodigando a todos la noticia de que el Hijo de Dios había
nacido. .“María por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su
corazón” no hay muchas palabras de esta
mujer, no las necesitaba ni las necesitábamos nosotros. Nos basta con que ella
alaba y bendice a Dios en su corazón y ora y bendice a Dios por los que no oran
ni alaban al Señor. Por eso es grande María, y por eso la ponen como modelo y
como guía al principio del año. “Los
pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo
cuanto habían visto y oído, según se les había anunciado” ¿podemos imaginar mayor alegría de aquellos
hombres pobres, sencillos, humildes, que pudieron postrarse los primeros ante
el niño recién nacido?. No fueron los poderosos, los sabios ni los potentados.
No lo hubieran entendido. Aquellos sí. Se alegraron y supieron comunicar su alegría a cuantos
encontraban a su paso. “Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le
pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera
concebido”. Al niño no quisieron
ahorrarle sufrimientos y conforme a la costumbre de su pueblo, el niño sufría
en su carne el dolor de una humanidad que se ve alejada de su Dios por sus
pecados, pero que en carne propia hace suyo el dolor de la humanidad y se
entrega por todos para salvarlos a todos.
Ahora sabemos
quién va delante de nosotros y nosotros estamos invitados a caminar sin miedos,
sin temores, sin angustias, porque María, la Madre del Señor encabeza nuestro
caminar y nuestros pasos a la casa del Buen Padre Dios. Caminemos en la
humildad de los pastores y con la alegría de quien sabe que ya hemos sido
salvados en el nombre del Señor Jesús.
Pbro. Alberto Ramírez Mozqueda