FIESTA DE LA EPIFANIA DEL SEÑOR CICLO B

UNA ESTRELLA PARA TODOS LOS QUE NO QUIEREN VIVIR ESTRELLADOS.

Estrella nunca vista se aparece

a los remotos magos orientales,

y, al juzgar de los fuegos celestiales,

otra lumbre mayor los esclarece.

Hoy amanece para muchos niños la expectación de un regalo y para muchos otros un día que amanece gris y con visos de trabajo, de fatigas y de sinsabores. Hoy es el día en que muchos niños en el mundo, amanecen alegres por un regalo de aquellos hombres que se aprestaron a seguir una estrella misteriosa que les llevaba a un país extraño y lejano, pero no quisieron abstenerse de su seguimiento, pues prometía paz, alegría y esperanza para los hombres. Hoy necesitamos de esa estrella que es Cristo Jesús, el que dejando las claridades de la gloria, se hace oscuridad entre los hombres para que desde su propia oscuridad, surja la luz que nadie puede extinguir pues se trata nada menos que la luz del Salvador entre todos los hombres.

Nacido sacro Rey se les ofrece,

con nuevas maravillas y señales,

para que reverentes y leales

la obediencia le den como merece.

La fiesta de la Epifanía, que así se llama la fiesta que hoy celebramos, nació en Egipto y desde ahí se propagó poco a poco hasta llegar a la misma Roma. Ésta fiesta y la de la navidad del Señor son dos fiestas que se complementan, señalando la Navidad el Nacimiento del Salvador y la Epifanía la manifestación visible del Hijo de Dios pero ya no para un pueblo, sino para todos los pueblos, pues Cristo fue enviado por el Padre como Salvador y faro de luz para todos los pueblos.

Parten llevados de la luz y el fuego,

del fuego de su amor; luz que los guía

con claridad ardiente y soberana.

 Fue una Azaña formidable la de los reyes magos que no sabemos si eran reyes y si eran magos. El número y el nombre de estos personajes se los ha impuesto la leyenda y la historia, y en Colonia, en Alemana, le muestran a los asombrados peregrinos, la tumba de los santos señores que se lanzaron tras de aquella estrella misteriosa que se les esconde al llegar a Jerusalén y hay que preguntar, sin amilanarse, sin llenarse de temor, dónde ha nacido el Rey que les anuncia tan grande estrella.  Era para que hubieran regresado por donde habían venido, pues en un primer momento, nadie sabía nada de tal acontecimiento, pero ellos desencadenan un proceso que hace que el mismo rey de Israel se conmueva internamente, pero no tanto para ir adorar a tan santo niño, sino para poner la pata encima, y deshacerse  así de alguien que podría ser un adversario para su gloria y para su poder. Lo mismo que hacen los poderosos de hoy, que pretenden proteger a la Iglesia, todo con el afán de poseerla y someterla a su imperio y a su dominio. Pero ellos fueron más ingeniosos, y no cayeron en la trampa de informar al rey del recien Nacido Rey de Israel y de todos los pueblos.

No fueron los magos los primeros en postrarse ante el Divino Niño, fueron los pobres, los desarrapados, los que eran considerados como descreídos, los pastores, los primeros que pudieron postrarse ante ese prodigio de amor de un Dios que se hace hombre, y se mete en las entrañas de nuestra humanidad, para que los hombres pueden hacerse entonces semejantes a Dios, y formar parte de la misma familia divina, en un alarde de intimidad y de apertura a la raza  humana.

 Subió al trono de Dios el pío ruego,

y, llenos de firmísima alegría,

vieron la luz de Dios por nube humana.

El niño de Belén es ahora la antorcha y la luz que iluminara el camino de los mortales hacia la morada celestial, que es desde entonces el destino de todos los pueblos, no ya ni Belén, ni la misma Jerusalén, contemplada así por el profeta Isaías,  sino el mismísimo cielo la morada de todos los hombres. Y es el momento de sentirnos pastores, sencillos, alegres, niños en las manos del Divino Niño.

Gloria y loores por la eternidad

tribútense a la Santa Trinidad. Amén.

Que no sean los niños los únicos que gocen del regalo material, sino todo los hombres se alegren con la alegría que nos viene del cielo y que cada uno de nosotros, guiados por la estrella del Divino Niño, sepamos orientar los pasos de todos los hombres a la casa de todos los hombres, sin olvidar que ya desde ahora, la casa de la tierra, tiene que ser patrimonio de toda la humanidad, donde no haya niños que lloren y mueran de hambre y donde no haya niños que se lamenten porque no encuentran fraternidad, acogida y el alimento para cada día. Que todos los hombres nos veamos como hermanos y en camino a la Casa del Buen Padre Dios. Así se los desea su amigo el Padre Alberto Ramírez Mozqueda, alberami@prodigy.net.mx