Domingo, 8 de Enero de 2012, Bautismo del Señor: Mc 1, 7-11
Todos los años, después de
la fiesta de
El comienzo del evangelio
de este día nos trae las palabras del Bautista en que, con humildad, nos dice que
él bautiza con agua; pero llega ya uno mucho más digno que él que sí bautizará
de verdad dando el Espíritu Santo. Esta es la gran diferencia entre el bautismo
de Juan, que sólo es significativo del acto interior, y el bautismo que nos
dejará Jesús, que nos da el gran regalo de Dios. Claro que ese gran don de Dios
nosotros luego lo podemos desechar, como desgraciadamente tantas veces sucede;
pero podemos y debemos acrecentarlo. Hay algunos que critican el hecho de que
se dé el bautismo a niños pequeños, como solemos hacerlo, porque dicen que eso
debería dejarse a la libre voluntad del niño cuando sea mayor. Y no se dan
cuenta que la misma vida también es un regalo, para lo cual ellos no han puesto
la libertad, ni el alimento ni los vestidos ni tantos regalos. Así el bautismo
es un gran regalo de Dios. Lo que hace falta es que luego les enseñemos a
cuidarlo y a aumentar esa Gracia.
Jesús vino desde Nazaret
hasta donde estaba el Bautista. Es muy posible que desde Nazaret y algunos
pueblos vecinos se organizase una especie de peregrinación para ver al
“profeta”, como se llamaba a san Juan. Jesús iría como uno más del grupo y como
uno más, entre la gente devota, entró en el río Jordán para ser bautizado por
san Juan. Ya sabemos que Jesús no podía arrepentirse de nada. El bautismo por
lo tanto tiene una significación diferente que para otras personas. En Jesús
aparece la unidad con la humanidad sufriente y pecadora, para cargar con los
pecados del mundo, que un día llevaría hasta la cruz
para redimirlos. San Marcos no dice nada si hubo algún diálogo entre Jesús y el
bautista. Parecía un bautismo normal.
Lo importante es lo que
sucedió al terminar el bautismo: la manifestación de Dios, por lo menos, ante
san Juan Bautista: se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo y se oyó la
voz del Padre. Son expresiones simbólicas, como acostumbra
Se oyó una voz que decía:
“Tu eres mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto”. También Dios nos dice a
cada uno: Tu eres mi hijo, te quiero, te amo. Lo
debemos sentir en nuestro corazón. Ciertamente el día de nuestro bautismo nos
lo dijo. Quizá nosotros estamos más atentos a las voces mundanas que nos hablan
de éxitos materiales, que nos animan a hacer algo espectacular, de modo que nos
sirva para crecer en la fama o escalar puestos. Dios hoy nos habla en el
corazón o por medio de