CICLO  A

TIEMPO DE NAVIDAD

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

Epifanía significa manifestación luminosa. Dios en muchas ocasiones se había manifestado mediante el resplandor de su gloria. En esta fiesta celebramos que Dios manifestó a su Hijo unigénito a los pueblos gentiles por medio de una estrella (Oración colecta). En varias fiestas del tiempo de Navidad se nos relata cómo Dios hecho niño (hombre verdadero) se había manifestado a gentes del pueblo judío: a María su madre, a José, a los pastores (hombres rudos y sencillos), a los sabios y doctores en el templo. El evangelio de hoy nos presenta la manifestación del Salvador a gentes de otra raza. No eran judíos, sino “de oriente”, es decir, extranjeros. Gentiles los llama la segunda lectura, en la que se nos resume el mensaje de la fiesta de hoy: “que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo”.

El Hijo de Dios se hizo hombre, para que los hombres –todos los hombres- puedan ser hijos de Dios. De cualquier raza, pueblo y nación. De cualquier color. La tradición nos refiere que uno de los Magos era de raza negra. Todos los hombres de cualquier época de la historia, también los del siglo XXI, estamos llamados a ser hijos de Dios.

Cristo es el único Salvador de los hombres. Todo ser humano se salva a través de Cristo, que no es un camino más de salvación, ni puede ser puesto al mismo nivel de otros líderes religiosos, porque en Él está la plenitud de los medios de salvación. Es el camino único hacia Dios. En las otras religiones hay algunas verdades, pero no la totalidad. Tolerancia significa respeto efectivo al derecho que toda persona tiene a la libertad religiosa. Pero el cristiano debe estar seguro y convencido de que Cristo es el único Salvador de todos los hombres.

La de hoy es para nosotros una fiesta misionera. Todo el que cree en Jesucristo como su único Salvador y Señor debe confesar el misterio de la salvación de los hombres con fe pura y amor sincero. Una fe confesante, valiente, y consecuente. Con respeto a todos, pero sin complejos, el cristiano debe proclamar que en Cristo, para luz de todos los pueblos, está el misterio de nuestra salvación., pues al manifestarse Cristo en nuestra vida mortal hemos sido hecho partícipes de la gloria de su inmortalidad (Prefacio de la Epifanía). 

MARIANO ESTEBAN CARO