Dios
habla el lenguaje del pueblo
¡Tantos lenguajes que nos confunden hoy! La academia, la
retórica, la universidad, la ciencia, la tecnología y tantas más, usan su
propio lenguaje. Y si nos acercamos a la religión, al culto, a los rituales, a
la élite sacerdotal, también allí hay interpretaciones y maneras de alejarnos o
acercarnos al misterio. Como si Dios fuese tan enredado… Como si Él hablase la
lengua de los textos sagrados o de los rituales… Él es más simple y más
cercano. Más comprensible.
“Dios habla el lenguaje del pueblo”. Es frase de D. Bonhoeffer. Y pueblo aquí es cultura y base, y gente y ‘descarte’. Quien sabe
extasiarse ante un amanecer o ante los celajes de un ocaso en atardeceres
deslumbrantes, entiende a Dios. Quien descubre los “signos de los tiempos” y
les da la contextura profética en dimensión de fe, habla el lenguaje de Dios.
Quien escucha el clamor del pueblo, su dolor y su esperanza, también sabe la
fonética de Dios.
Samuel es apenas un niño balbuciente en los menesteres
del templo. Dios lo llama. Pero Samuel no sabe del lenguaje de Dios y lo
confunde con su viejo maestro, Elí. Pacientemente va aprendiendo a escuchar a
Dios hasta pronunciar un “Aquí estoy” que rasga todos los signos avejentados
del templo. Dios pareciera que está más afuera. Y se da el encuentro entre
Jesús y los dos discípulos que preguntan: “Dónde vive”. La respuesta no se hace
esperar.
Entre lenguaje y visión hay una relación honda en el
hábitat teológico: Se ve lo que la palabra expresa, “el Verbo se hace carne,
vengan y verán”, cuéntenle a Juan lo que están viendo y oyendo. Es la
coherencia entre vida y fe. Y esa coherencia nos va diciendo, entre palabras y
silencios recortados, el testimonio de vida, la experiencia que se tiene con la
Palabra misma cuando nos damos tiempo para estar con Ella y hacemos de nuestra
vida una respuesta eficaz a su eco palpitante…
Cochabamba 14.01.18
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com