DOMINGO IV (B) Mc.1,29-39. El nos enseñó a pedirle:“No nos dejes caer en la tentación”

- Tanto en el Evangelio del pasado Domingo, como en este, Jesús se refiere a las actuaciones del Demonio.  Tengo la impresión de que es este un tema bastante “tabú” entre los predicadores y, conviene recordar que, contra las verdades de Fe, se puede atentar de dos maneras:

       - Negando alguna verdad que pertenece al Depósito de nuestra Fe.

       - O, silenciando, no hablando nunca, de alguna de estas verdades.

   El Demonio.

- Fiándonos de Cristo, el Demonio no es un ser imaginario, fruto de nuestra fantasía. Una especie de, ¡“coco” para personas mayores!

- El Demonio existe. No es, por supuesto, ese personaje, con rabo y cuernos, con el que a veces nos lo presentan, pero sí es un ser real. Son espíritus, con una determinada capacidad de influir negativamente sobre nosotros,  (hasta donde Dios les permite) y que proceden, de los Ángeles condenados por rebelarse contra Dios, como nos consta por la Sagrada Escritura y a los que Cristo se refirió en otras ocasiones, como cuando habla de la sentencia que recibirán los condenados al fin del mundo:

“Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus Ángeles...” Y, también San Pedro, refiriéndose a esta condenación, dirá:   

“Dios no perdonó a los Ángeles que pecaron….” Y en otro lugar, el mismo Pedro, nos alerta: “Estad alerta y vigilad, porque vuestro adversario el Diablo busca una presa que devorar. Resistidles firmes en la Fe”.

    Sus actuaciones en el mundo y en los hombres.

- Es, por tanto, una realidad esta existencia y actuación del Demonio sobre los hombres. Y, según nos enseña la Iglesia, existen varios niveles de actuación, recogidos en cualquier manual de ascética cristiana:

    - Las tentaciones. (Que son, por así decirlo, el medio ordinario)

    - La obsesión diabólica (Tentaciones más fuertes y persistentes).

    - Y la posesión diabólica, que es como una invasión del Diablo que, (como la del Evangelio de hoy), enajena a la persona y la priva de libertad.

    La lucha contra Demonio.

- El cristiano no puede vivir ajeno a esta realidad pero, es verdad que, con la ayuda de Dios, podemos vencer cualquiera de estas tentativas del Demonio porque, como nos recuerda San Pablo: “Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por cima de vuestras fuerzas”. Y San Agustín, lo expresa así: “El diablo es un perro rabioso, atado  a la vera del camino, que sólo puede morder a quienes se le acercan”. Atentos, por tanto, a la vigilancia recomendada por San Pedro, no dejemos de poner los medios recomendados por la Iglesia y venceremos estas asechanzas del Enemigo.      Guillermo Soto