2 de Febrero.
Presentación del Señor: Lc 2, 22-40
Hoy celebra la Iglesia la
fiesta de la Presentación de Jesús en el templo. Es una fiesta principalmente
del Señor. Es presentado o se presenta y se ofrece, como cuando al entrar en el
mundo se ofrecía: “Heme aquí que vengo a hacer tu voluntad”, un ofrecimiento
que será continuo hasta llegar a la cruz. Pero también es fiesta de María: Ella
es la que presenta a Jesús y se ofrece con su Hijo. Al ponerlo en las manos de
Simeón, podemos decir que lo está presentando a todo el mundo. También quiere
realizar algo que ordena la Ley. En tres ocasiones se dice: “como está escrito
en la Ley del Señor”. Se trataba de la Purificación de las madres a los 40 días
de nacer el hijo. Por ello debían dar una ofrenda. Ellos como eran pobres,
dieron dos tórtolas o pichones. Con ello el evangelista presenta a José y María
como cumplidores de la Ley, personas religiosas y justas. Había también otra
ofrenda, que era de cinco monedas de plata, como rescate del primogénito. Quizá
san Lucas no lo menciona para que quede más claro que aquel niño no les
pertenece, sino que es propiedad de Dios.
Esta fiesta era muy antigua
en Jerusalén, de la cual ya se habla por el año 350. Lo de la procesión de las
candelas fue más tarde. Después esta procesión de candelas quedó como algo
propio de la liturgia, hasta llamarse la fiesta de la Candelaria. Es a Cristo,
como luz del mundo, a quien queremos celebrar. Jesús es la luz del mundo y para
el mundo, es revelación de Dios para todos los pueblos de la tierra. En aquel
momento los ancianos Simeón y Ana, son como los representantes de las
esperanzas y anhelos de la raza humana. Simeón ve realizada su vida y dice que
“ya puede irse en paz”. De hecho en Jesús se cumplen todos los anhelos humanos.
Podrá tener uno todos los adelantos materiales, pero su plena realización como
persona humana y sobrenatural, en sus alegrías y tristezas, en sus relaciones
con los demás y en su posibilidad de llegar a Dios, será plena por medio de
Jesucristo. Los grandes éxitos o fracasos no son por cambios políticos o
sociales, sino por el cambio en el corazón.
Las palabras de Simeón para
María son como una nueva anunciación, la de la misión
universal. Así lo dice Juan Pablo II en la “Redemptoris
Mater”: “El anuncio de Simeón parece como un segundo anuncio a María, dado que
le indica la concreta dimensión histórica en la cual el Hijo cumplirá su
misión, es decir, en la incomprensión y en el dolor” (nº 16). La misión de
Jesús no será fácil, irá acompañada de conflicto y persecución. Por eso hay
quienes dicen que este misterio es más bien doloroso que gozoso. Comienza el
misterio del sufrimiento de María, que tendrá su culminación al pie de la cruz.
En verdad que una espada atravesaría su alma.
Esta fiesta nos debe
estimular a realizar cada vez más una de las más hermosas oraciones y actitudes
ante Dios: la de presentarnos y ofrecernos ante El. Decía san Pablo: “Os ruego,
hermanos, que ofrezcáis vuestros cuerpos, como sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios; éste es el culto que debéis ofrecer” (Rom
12, 1). Hay que saber ofrecer a Dios, desde la mañana a la noche, nuestros
pensamientos, afectos, deseos, planes, fracasos, alegrías y tristezas, todo
nuestro ser y poseer. Esta es la ofrenda que agrada a Dios. Y para presentarnos
ante Dios, estemos presentables. Claro que sabemos que cuanto más humildemente
nos presentemos, Él, Padre lleno de misericordia, nos irá haciendo más
presentables, limpiando nuestra alma.
Jesús es nuestra Luz. Decía
san Sofronio, patriarca de Jerusalén, por el año 635:
“Por eso vamos en procesión con velas en nuestras manos y nos apresuramos
llevando luces; queremos demostrar que la Luz ha brillado sobre nosotros y
significar la gloria que debe venirnos a través de él. Por eso corramos juntos
al encuentro con Dios”. En verdad somos peregrinos en esta vida; pero caminamos
guiados por la luz de Cristo y sostenidos por la esperanza de encontrar
finalmente al Señor de la gloria en su reino eterno. Que así se lo pidamos a
Dios en esta fiesta.