Y se quedaba en descampado…

 

Vivir nuestro Hoy es un asunto de supervivencia. Implica lucha, coraje, inteligencia, superación. Pero muchas veces, vivir es asunto de privilegios y, en algunos casos, en la inmensa mayoría, apenas se logra sobrevivir. Un mundo “ancho y ajeno”, un mundo con legislaciones que oprimen, condenan, excluyen. También un mundo de rapiña, de miseria en el cual lo humano desaparece y nos convertimos en lacra desechable con el único derecho de estar fuera, fuera del botín.

Jesús juega a las premoniciones. Deja a un lado los templos de la fama, del aplauso, del honor. Y se va quedando fuera. Así de simple. Dentro están los selectos, la élite. Y la muchedumbre no tiene más opción que estar bordeando las fronteras de la exclusión, del anonimato y, como si fuera poco, del rechazo total. Un ‘afuera’ y un ‘dentro’ que explica la noción de humanidad hoy: De una parte los privilegiados del sistema y de  otra, las víctimas que se quedan en ‘descampado’.

Jesús se compromete con lo humano. Y ‘lo humano’ que Él encuentra como materia prima de su opción es apenas un ante-proyecto de humanidad. Lo asume, lo toma de la mano, se hace carne de dolor y en un grito apasionado, lo pronuncia en ritual de sanación profunda: “Quiero, queda limpio”. Es una limpieza  integral: Todo el ser humano, todo ser humano. Primero tenía que acampar entre nosotros y luego, abrazar a quienes estaban en descampado.

No podríamos encontrar una imagen del “descartado” como llama el Papa Francisco a los pobres de hoy, más cercana a nuestra realidad que el “leproso” del evangelio. Es rechazado por la sociedad, tiene que anunciarse a gritos, los demás le huyen, se teme su contagio. Su reintegración es un proceso sometido a normas legales, políticas, sociales, religiosas. Sanarse en este caso, obedece a las normativas del arribismo, de la compraventa de la conciencia. Quedarse en descampado es seguir a Jesús.

Cochabamba 11.02.18

jesús e. osorno g. mxy

jesus.osornog.@gmail.com