CICLO
A
TIEMPO DE CUARESMA
DOMINGO III
Con la vista puesta en los días santos, en que
conmemoraremos el misterio salvador de la pascua de Cristo, el
Crucificado-Resucitado, al que nosotros estamos unidos-injertados por la fe y
el bautismo, las lecturas de hoy nos hablan del agua “que salta hasta la vida
eterna”, el agua que nace de la peńa, que es Cristo.
Y es que Cristo, muerto por nosotros, constituye la prueba
definitiva del amor fiel de Dios hacia nosotros, infinito en intensidad y
duración. Un amor, el de Dios, que ha sido “derramado en nuestros corazones con
el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Así recibimos la justificación por la
fe: por medio de Cristo estamos en paz con Dios, hemos obtenido la gracia y la
gloria de los hijos de Dios.
Por el camino cuaresmal vamos avanzando hacia el misterio
pascual, que en nosotros, regenerados por el agua y el Espíritu Santo, se hace
realidad por medio del bautismo. En la Vigilia Pascual, al bendecir el agua
para el bautismo, pedimos a Dios que el poder del Espíritu Santo, por medio
del Hijo, “descienda sobre el agua de
esta fuente, para que los sepultados en su muerte, por el bautismo, resuciten con
él a la vida”.
Si morimos-vivimos con Cristo y como Cristo, con él
viviremos, ya ahora, la vida eterna, que es la vida de Dios. Y si en todos los
ámbitos de nuestra existencia, vivimos para Dios en la levadura de la
sinceridad y la verdad, venciendo al mal con el bien, dando muerte al pecado,
viviremos la vida nueva en Cristo, que es camino, verdad y vida.
MARIANO ESTEBAN CARO