Miércoles de CENIZA:
Mt 6, 1-6.16-18
Estamos en el miércoles de
ceniza, que es el principio de
Comenzamos con este
miércoles, que llamamos de ceniza, por el rito de imposición de la ceniza sobre
nuestras cabezas. Este rito ya figura en el Ant. Test. como
signo de penitencia. En la primitiva cristiandad se ponía sobre los penitentes
en este tiempo y en estos 40 días los catecúmenos se preparaban para el
bautismo en la noche pascual.
Dos ideas principales
quiere
El miércoles de ceniza es
como un tocar la trompeta: un aviso de parte de Dios. En la primera lectura de
este día se habla del profeta Joel que quería tocar la trompeta para invitar a
la conversión. Este profeta, que vivió en tiempos de calamidades, unos 400 años
antes de Jesucristo, llama al pueblo de Israel a un tiempo de penitencia, para
convertirse de su mal. Pide que no sean sólo ritos externos, sino que sea una conversión
interior del corazón para hacer la voluntad de Dios. Y esto, porque Dios “es
compasivo y clemente, paciente y misericordioso”.
Esta actitud interior del
corazón ante Dios es la que nos pide Jesús hoy en el evangelio. Todo el “sermón
de la montaña” es para indicarnos la actitud que debe tener quien quiera ser
discípulo de Jesús, en contraste con la actitud de los fariseos, que atendían
especialmente a las fórmulas externas, a aparentar más que a ser. Hoy nos habla
de tres actos religiosos que hacían los fariseos, la limosna, la oración y el
ayuno. Es una invitación para que también nosotros los hagamos en este tiempo
de Cuaresma; pero de una manera muy distinta y con un espíritu renovado.
No se trata de hacer un
negocio con Dios y menos de adquirir aquí una gloria terrena con estos actos.
La oración es para unirnos más con Dios, la limosna para pensar en el bien de
los demás y el ayuno para mejor refrenar nuestras pasiones.
La oración era la
particular que todo buen judío debía hacer tres veces al día. Si lo hacen
ostentosamente, sólo “para quedar bien”, no aprovecha. Por eso es mejor hacerla
donde nadie nos vea, si es posible, para que Dios, que todo lo ve, nos premie y
nos una más a Él. El ayuno y la limosna están bastante ligados, porque, si se
ayuna, debe ser para honrar a Dios y ser más dueños de nuestros instintos, pero
sobre todo para hacer más caridad y poder dar más limosnas. Estas deben ser lo
más secretas posibles, tanto que “la mano izquierda no sepa lo que hace la mano
derecha”. Son expresiones un poco extremas, al estilo oriental, para que se nos
grabe mejor.
Todo esto no quiere decir
que