COMPARTIENDO EL EVANGELIO

Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia

(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)

 

Primer Domingo de Cuaresma, Ciclo B

Evangelio según San Marcos 1,12-15 (ciclo B)

 

En seguida el Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían. Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".

 

CUARESMA 1: CONVERTIRSE Y CREER EN EL EVANGELIO

 

Acá hay dos realidades importantísimas. Primero, el misterio de la encarnación: el verdadero Dios y verdadero Hombre, el Verbo que se hace carne en el seno virginal de María; Ella nos da al verdadero Dios y verdadero Hombre. En todo igual, menos en el pecado. En segundo término, este Jesucristo también se permite pasar algo que habitualmente le pasa al ser humano: la tentación, el ser tentado.

 

Uno es tentado para ser apartado del camino. Uno es tentado para que no cumpla con su proyecto, con su misión. Uno es tentado para que, de alguna manera, se lo destruya. Uno es tentado para que, debilitándose, también debilite a los demás. Cuántas veces una persona importante, que tenga un rol, se lo tienta y luego se lo destruye, provocando un daño tremendo en la comunidad. Pensemos en la vida de un sacerdote, o de un obispo, o de alguien importantemente público al que se desorienta, debilita y provoca un mal también a la sociedad. Es un abandono. Es una destrucción.

 

Jesús nos enseña que también eso nos puede pasar a todos nosotros, pero que es importante resistir, permanecer, rezar y definir; uno tiene que optar por Dios, por Cristo, por la Iglesia, por la gente, porque -para que nadie pierda el sentido de su meta- es necesario tener en vigencia y en actualidad un compromiso preciso para hacer lo que Dios nos pide. Es un proceso que no lleva a la renuncia de muchas cosas, pero que implica sacrificio, paciencia, perseverancia, fidelidad.

 

Esta Cuaresma es la oportunidad que Dios nos ofrece para retomar y volver a vivir el Evangelio. La persona de Jesús hace retroceder la fuerza del maligno. Si nosotros percibiéramos cómo el maligno nos quiere debilitar, nos quiere opacar, nos quiere destruir, veremos que es tremendamente sutil.

 

Pidamos al Señor que en esta Cuaresma -a través de la Palabra de Dios, a través de la oración personal, a través del ejercicio de búsqueda de Dios- podamos mirar bien, escuchar mejor y responder con mayor precisión lo que Dios nos pide: ¡conviértanse y crean en el Evangelio!

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén