II
Domingo de Cuaresma, Ciclo B
Pruebas
Padre
Pedrojosé Ynaraja
.- Para que entendáis mejor lo que
enseña el gesto de Abraham, su mensaje universal, para aquel entonces y para el
ahora nuestro, os señalaré, mis queridos jóvenes lectores, algunas de las
costumbres de aquellos lejanos tiempos. La Biblia en algunas ocasiones hace
mención de los sacrificios humanos, más específicamente los de los niños. Y es
que en algunos casos, antes de edificar una casa, se enterraba en los cimientos
a una criatura, era un gesto semejante, aunque este perverso, al proceder de
hoy en día, el celebrar los inicios de un inmueble con la colocación de la
primera piedra, en la que se introduce en su interior monedas y prensa del día
o la época. La Biblia se hace eco de las maléficas costumbres, que nunca fueron
aceptadas por Dios, pero que no eran insólitas en aquellos tiempos. Dice el
Deuteronomio (18, 10) “No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a
su hija por el fuego”. La ley los prohibía, pero Israel no era ajeno a estas
prácticas. Recuérdese al Juez Jefté, juez y militar,
sacrificando a su inocente hija virgen, para ser fiel a un voto hecho a Yahvé.
2.- Pese a tener conocimiento de estas
costumbres, estremece pensarlo cuando uno se encuentra en sitios donde la
arqueología y la historia asevera que allí o por allí, se ofrecían sacrificios
humanos. Muy cerca del mismo Jerusalén, por parajes cercanos a la piscina de Siloé, ya en las afueras de la ciudad, en tiempos
posteriores, continuaban practicándose estos funestos ritos. Y no hay que
olvidar que, por muy introducidos que estuvieran en la cultura de aquel tiempo,
el ejercerlos suponía dolor para quien lo practicase.
2.- Advierto que la Fe de Abraham, en
sus contenidos, implicaba que su pervivencia se lograba mediante la prole que
engendraba. Sacrificar al hijo tan deseado, además de doloroso, implicaba
aceptar la renuncia a continuar de alguna manera existiendo. Que a Isaac lo
había deseado intensamente, nos lo refiere la Biblia. Que el amor que le tenía
no era comparable con el que profesaba a Ismael, conseguido con la sirvienta
Agar, también se no confía. Si el Pueblo Escogido debía subsistir a través del
hijo de la promesa, la petición de Yahvé contradecía sus palabras anteriores.
El Patriarca es fiel a la amistad, sin exigir compensación. Es coherente con
las muestras de ella ha recibido. Cree en un Dios personal, divinidad familiar,
estrechamente unido a los suyos.
3.- Dios quería probar a Abraham, pero
no se limitaba a ello, quería enseñar a la gente de aquel tiempo que, pese a
ser señor de todo, no le gustaban los sacrificios humanos. Los de aquel tiempo
y los de ahora, que aunque no se llame sacrificio, ni se realice con fuego o
cuchillo. Los de ahora continúan ofreciéndose al dios comodidad o al dios
egoísmo o al dios de quedar bien ante la gente. Ni puñal, ni leña, ni fuego, ni
carnero. Se efectúa con limpieza y destreza, pero continúa existiendo la muerte
inocente.
4.- ¿Dónde ocurrió? La tradición judía
dice que el monte Moria estaba donde hoy se extiende
la gran explanada del Templo. Donde después se levantó el Santuario (Sancta Santorum). El de Salomón y el posterior. Por ello la
totalidad del lugar, la terraza, es sagrada. Nadie debe pisarla, por si acaso
profanara el sitio santo. La tradición samaritana lo sitúa en su monte santo,
el Garizín. Bien acotado el sitio, se le advierte al
visitante de la singularidad de aquel espacio. Sin erudición, debéis meditar
este pasaje, mis queridos jóvenes lectores. Aprender de Abraham e implorar a
Abraham es lo que desea de nosotros la liturgia de este domingo.
5.- Cambio de tercio.- La montaña
desde antiguo ha sido lugar predilecto para que el espíritu humano elevara a
Dios sus preces, para encuentros con Él, para que se le revelaran algunos de
sus misterios. En la cima del Sinaí el pueblo supo que su Dios era Dios de un
pueblo. Protector, pedagogo y vigilante. Pese a la multitud que pudiera rodear
la montaña, comparada con la toda humanidad, era porción pequeña. Ahora en otra
montaña, con casi total seguridad de que se trataba del Tabor, quiere Dios-Hijo
revelarse a sus más íntimos amigos. Solo son tres: Pedro, Santiago y Juan.
6.- Que Dios escoja pequeñeces es
indudable, os lo advierto. Os lo indico porque muchos de vosotros no quieren
comprometerse en un proyecto, acudir a una reunión, enrolarse en un grupo emprendedor,
si no son muchos. Les gustan las reuniones multitudinarias, las asambleas
festivas, las asociaciones numerosas. Han ido allí probablemente siguiendo la
costumbre de pasar los días festivos de los Tabernáculos fuera de casa,
habitando en tiendas de campaña, que, imprudentemente, en este caso, no
levantaron los discípulos. De aquí su agobio y resolución de hacerlo cuando la
“audiencia” aumentó.
7.- Aparecen Jesús, Elías y Moisés,
con cuerpos resplandecientes. Corporeidad distinta, pero corporeidad humana. La
del que está físicamente sometido a las leyes naturales, pero sin en este
momento ocultar que goza de una realidad superior, y la de los que histórica y
físicamente estaban muy ausentes, pero que con esta deslumbrante presencia,
patentizan que con la muerte el ser humano no deja de existir. Esperanza.
Conversan, es decir se comunican, comparten. Primera enseñanza para nosotros.
Objeto de examen. Muestra de amistad. El Padre habla. El padre es voz, es
Creación. Ellos escuchan y recuerdan.
8.- Es suficiente. Amanece y el
Maestro decide bajar. Por camino les suplica que de momento no hablen de lo
ocurrido, ha sido una confidencia. Después de su Resurrección ya lo contarán a
los demás. En una punta de la cima del Tabor, que es alargada, se alza una gran
basílica que peregrinos y viajeros no olvidan visitar. Hacia el otro vértice,
antes de descender, una ermita recuerda la confidencia que les susurró. A mí me
gusta mucho detenerme un momento aquí, recordando tantas muestras de amistad
que Jesús me ha dado. Siempre digo que me gustaría subir y bajar la montaña a
pie, pero nunca lo he hecho, os lo propongo a vosotros, mis queridos jóvenes
lectores, por si os movéis un día por tierras galileas. Estoy seguro de que
sería una delicia.