CÁTEDRA DE SAN PEDRO, APÓSTOL Y MÁRTIR
FIESTA
(22 de
Febrero)
La
fiesta de la Cátedra de S. Pedro, se remonta al s. IV, con la que se celebra el
primado y la autoridad de S. Pedro Apóstol. La palabra “cátedra” significa
asiento, trono, sede; raíz de la palabra catedral, sede desde la que preside,
predica y gobierna su diócesis el obispo. La Santa Sede es la sede del Papa, obispo de
Roma. El Papa Juan Pablo II recordó que "la festividad litúrgica de la
Cátedra de San Pedro subraya el singular ministerio que el Señor confió al jefe
de los apóstoles, de confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe. En
esto consiste el “ministerium petrinum”,
ese servicio peculiar que el obispo de Roma está llamado a rendir a todo el
pueblo cristiano. Misión indispensable, que no se basa en prerrogativas
humanas, sino en Cristo mismo como piedra angular de la comunidad
eclesial". "Recemos -dijo- para que la Iglesia, en la variedad de
culturas, lenguas y tradiciones, sea unánime en creer y profesar las verdades
de fe y de moral transmitidas por los apóstoles". Oremos hoy en forma especial
por el magisterio del Papa Francisco.
Lecturas bíblicas
a.- 1Pe. 5,1-4: Y cuando aparezca el Supremo Pastor,
recibiréis la corona de gloria que no se marchita.
El
apóstol exhorta a los ancianos o presbíteros que dirigen sus comunidades,
sucesores de ellos, por la imposición de manos, testigo de la pasión, partícipe
de su gloria, que se manifestará en su Parusía (v.1; cfr. Jn.
21,18; Hch. 14, 22-23; 20,28; 1Cor.12, 28; Col. 1,24;
1Tm. 4,14; Tit.1, 52; 2Pe. 1,16ss; Lc.9, 31-32). La Iglesia, confiada a Pedro y
sus sucesores, habrá que apacentarla como Dios quiere: como vigías, con
libertad, suavidad, evitando la tiranía (cfr. Ez. 34,3; Jn.10,10; Tit.1,7; 1
Tm. 3,1). Pedro espera para sí como para todos los pastores, la corona
inmarcesible de gloria, cuando aparezca el Jesús, Mayoral, en su Parusía.
b.- Mt.16, 13-19: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia.
El
evangelio establece que para el nuevo Israel, es necesario tener certezas
sobre la persona, mensaje y destino de
Jesús. A la hora de revelar su identidad, Jesús saca a sus discípulos, fuera
del territorio donde reina la idea del mesías davídico (v.13; cfr. Lc.3,1). ¿Qué
es lo que ve el pueblo en la persona
del joven rabino de Nazaret, el Hijo del hombre? (v.13; cfr. Mc. 8,
27-30; Lc. 9, 18-21). La encuesta lo deja muy bien visto
porque lo comparan con Juan Bautista, Elías, el profeta, (cfr. Mal. 3,23; Eclo.
48,10); Jeremías (cfr. 2 Mac. 15,13ss). Ven en Jesús la continuidad con el
pasado, pero hay una realidad que no han
descubierto que es el Mesías, por lo tanto, no comprenden su personalidad
(v.14). Será Pedro quien revele su identidad de
Mesías e Hijo de Dios, fruto de fuertes experiencias vividas por él con
Jesús (cfr. Mt. 14, 33). La expresión de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios vivo” (v.16), expresa mejor la fe cristiana (cfr. Mt. 3,17; 17,5). Se
opone a la expectativa general de Mesías, hijo de David (cfr. Mc. 8, 29; Lc.9,
20). Este Hijo de Dios vivo, no sólo ha
nacido de Dios, sino que actúa como ÉL entre nosotros; Dios vivo, operante, en
contraposición a los ídolos; posee la vida y por lo mismo, comunica vida (cfr. Dt 5,26; 2 Re 19.16; Sal 84,3; Is.
37, 4.17; Jr 5,2; Os. 2,1; Dn.
6,21). También el Hijo dador de vida, vencedor de la muerte. La respuesta de
Jesús, es una bienaventuranza, por
revelar su verdadera condición de Hijo
de Dios, una revelación, confesión, no es fruto de la carne ni de la sangre,
sino de “mi Padre que está en los
cielos” (v. 17). Es el Padre
quien revela la verdadera identidad del Hijo, Pedro pertenece a los sencillos,
no a los sabios, por eso ha recibido esta revelación (cfr. 11,25-27). Jesús reconoce
su revelación, y le anuncia su misión en su Iglesia: pero antes le cambia el
nombre por Kefhá, es decir, Piedra (cfr. Mt. 4,18; Gál. 1,18; 2,9). Piedra,
en el lenguaje bíblico que viene
a significar: Yahvé, causa última de salvación (cfr. 1Sam. 2, 2;
2Sam. 22, 2. 3. 32; Sal. 18,3; 19,15; Is.
17,10), firmeza de su pueblo; el
NT, en cambio, lo aplica a Jesucristo
(cfr. Hch. 4, 11; Rom. 9,
33; 15, 20; 1Cor. 3,10; 1Pe. 2, 4-7). Sobre esta piedra, Jesús
edificará su Iglesia, es decir, los
reunidos, fruto de la llamada que hace a
los hombres en nombre de Dios. El
vocablo Iglesia, significa, convocados,
y el acto de convocar (cfr. Mt. 18,18);
Dios convoca a los hombres para
formar su pueblo, para dar frutos de santidad
para el Reino de Dios (cfr. Mt.
21, 33-44; Dt.
23,2-4; Jue. 20,2). Ahora la última convocatoria Dios la hace por medio de su Hijo,
y por ello, encomienda y
capacita a Pedro, para que confirme la
fe de sus hermanos. Le da la certeza: las
puertas de su Iglesia, no serán derrotadas por el poder de la muerte, que lucha contra Cristo (v.18; cfr. Jb. 38,17; Sal. 9,14; 107,18; Sb. 16,13; Is. 38,10). No la derrotará, porque Cristo la vencerá, su
Iglesia no está sujeta a la muerte, tampoco su Reino (cfr. Mt. 5,10; 7,24;
10,28). En esta Iglesia, Pedro
tendrá las llaves, que permite ingresar y salir, además del poder de
atar y desatar, de admitir y excomulgar, válidamente ante Dios, permitir y
prohibir. Mientras los fariseos cerraban las puertas al Reino de Dios, la
Iglesia las abre al Reino (v.19; cfr. Is. 22, 22; Mt.
23,13). El pasaje evangélico, termina con el mandato de silencio por parte
de Jesús, ya que título de Mesías,
hay que asumirlo, vivirlo, y antes que
se especule sobre él, Jesús quiere
manifestar cómo lo va a realizar,
por ello, encontramos enseguida, el primer anuncio de la pasión (Mt. 16,21-23). Con su vida entregada al servicio
de los hermanos, Pedro, confirmó su fe en Cristo muriendo mártir en la colina
del Vaticano.
Santa
Teresa de Jesús, siempre se tuvo en gran estima su devoción por S. Pedro, modelo de entrega por Cristo y la Iglesia.
“Gusto yo mucho de San Pedro cuando iba huyendo de la cárcel y le apareció nuestro Señor y le dijo que iba
a Roma a ser crucificado otra vez… ¿Cómo
quedó San Pedro de esta merced del Señor, o qué hizo? Irse luego a la muerte; y no es poca misericordia del Señor
hallar quien se la dé.” (7 Moradas 4,5).
P.
Julio González C.