COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran
Buenos Aires)
Segundo Domingo de Cuaresma, Ciclo B
Evangelio según San Marcos 9,2-10
(ciclo B)
Jesús tomó a
Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se
transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron
resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se
les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús:
"Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra
para Moisés y otra para Elías". Pedro no sabía qué decir, porque estaban
llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella
una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo". De pronto miraron
a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras
bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el
Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden,
pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los
muertos".
CUARESMA 2: LA TRANSFIGURACION
En la
Transfiguración una vez más Jesús, Cristo, el Mesías, el Ungido, el Enviado,
tiene una referencia muy grande del Antiguo Testamento donde aparecen Moisés y
Elías. Moisés que nos lleva al cumplimiento de los Mandamientos y Elías al
profeta, aquel que nos anuncia el poder de Dios frente a los falsos dioses.
Ellos vienen como a conformarlo, a confirmarlo, a acompañarlo y ser testigos de
lo que va acontecer.
La presencia
de Dios provoca lucidez, claridad. El texto nos dice que estaban todos
blanqueados, resplandecientes, “como nadie en el mundo podría blanquear”, y
luego aparece LA VOZ que indica a quien hay que seguir: “este es mi Hijo muy
amado, escúchenlo”. Esto es muy importante porque marca con precisión de la
presencia de Cristo. ¡A éste tenemos que seguir! ¡A este tenemos que escuchar!
¡A este tenemos que servir!
Muchas
personas en la Iglesia, y también en el mundo, anda errante, como divagando,
como a tientas, entre luces y sombras, entre aciertos y desaciertos, entre
verdades y mentiras. Como no se tiene claridad en el fin, se carecen y se
debilitan los medios. Es así que los medios están poco presentes en la vida de
uno que tiene que tener claridad en el fin.
Estoy
convencido que muchos se han debilitado en la entrega y seguimiento de la
Iglesia, porque han debilitado la fe sobrenatural en Jesucristo. Como Cristo ya
no interesa más, como Cristo ya no entusiasma más, como Cristo ya no dice nada
más, se buscan compensaciones. Y esas compensaciones se las disfrazan de
razonabilidad y no es así.
Que en esta
Cuaresma volvamos a escuchar la voz del Padre: “¡este es mi Hijo muy amado, en
quien tengo puesta mi predilección, escúchenlo!”; que nosotros -que queremos
vivir la Resurrección- también pasemos por la experiencia del sacrificio.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén