CUARESMA
– DOMINGO III B
(4-marzo-2018)
Jorge Humberto Peláez S.J.
No
permitamos la manipulación del discurso religioso
ü Lecturas:
o Éxodo
20, 1-17
o I
Carta de san Pablo a los Corintios 1, 22-25
o Juan
2, 13-25
ü El
tema religioso toca fibras muy hondas del ser humano y es motivo de apasionadas
discusiones. Por eso debemos ser muy prudentes al plantearlo y conocer quiénes
son los interlocutores que tenemos frente a nosotros.
ü En
todas las culturas han aparecido personajes que, conscientes del poder de la
religión para movilizar a los individuos y a las multitudes, han acudido a este
tipo de argumentos para promover una ideología o un proyecto político o ganar
dinero. Los ejemplos abundan:
o Los
monarcas europeos de tiempo en tiempo azuzaban los sentimientos anti-judíos
para así confiscar sus bienes y recuperar las exhaustas arcas reales.
o Los
Papas convocaron las Cruzadas para la reconquista de los Santos Lugares;
abandonaron su rol de pastores para convertirse en caudillos militares.
o Los
líderes religiosos del Islam periódicamente han llamado a la guerra santa para realizar
el sueño de un Califato.
o Muchos
predicadores cristianos manipulan las emociones de sus comunidades y aprovechan
la exaltación para pedirles jugosas contribuciones.
ü Esta
es la realidad que encontró Jesús en el templo de Jerusalén, que estaba
invadido por todo tipo de comerciantes.
ü Teniendo
en cuenta este contexto, quiero invitarlos a focalizar nuestra meditación dominical
sobre este delicado asunto: ¿Qué debemos hacer para que el discurso religioso
cristiano se conserve limpio de contaminaciones ideológicas, políticas y económicas?
ü La
escena que nos presenta el libro del Éxodo nos sirve de punto de partida a nuestra
meditación. Se trata de un momento particularmente solemne de la historia de
Israel, cuando Moisés recibe las Tablas de la Ley, que enunciaban la hoja de
ruta del pueblo elegido y modelarían los comportamientos de esta comunidad, de manera
que fuera realidad la gran propuesta de la Alianza: “Yo seré tu Dios y tú serás
mi pueblo”. Esta escena reviste gran importancia porque proclama la identidad
de Israel.
ü ¿Qué
pasó después de la promulgación de los Diez mandamientos en la cumbre del monte
Sinaí? El proyecto original se desdibujó. Se dejaron seducir por las prácticas
idolátricas de otros pueblos. Le dieron la espalda a la Alianza. Como era un pueblo
de dura cerviz, no fueron suficientes las llamadas de atención de Yahvé a
través de los profetas; ni siquiera la durísima experiencia del exilio de
Babilonia les permitió aprender la lección. Jesús llegó al templo y encontró un
espectáculo lamentable que desató su ira: “No conviertan en un mercado la casa
de mi Padre”.
ü Lamentablemente,
esta escena de los vendedores del templo, que provocó la ira de Jesús, se ha
repetido en diversos momentos de la historia de la Iglesia. Uno de los
episodios más dolorosos fue la venta de indulgencias con el fin de recaudar
fondos para construir la Basílica de san Pedro, en Roma. Esta práctica
escandalizó a Martín Lutero y produjo la ruptura de la Reforma protestante.
ü Avancemos
en nuestra meditación dominical, que empezamos por una referencia al libro del
Éxodo, donde aparece la carta de navegación del pueblo elegido. Carta de
navegación que fue abandonada por las generaciones posteriores. Este desvío de
la pureza original del discurso religioso de Israel tiene un episodio muy
álgido en la escena de los vendedores del templo.
ü Frente
a esta realidad dolorosa del desvío del sentido original de la religión, ¿qué
hacer? La respuesta es simple: Regresemos a la pureza primigenia. Y para nosotros,
los cristianos, la pureza original la encontramos en el texto de la I Carta a
los Corintios, que acabamos de escuchar: “Nosotros predicamos a Cristo
crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos”. ¿Qué consecuencias
trae esta afirmación de Pablo?
o No
es misión de la Iglesia predicar cruzadas que aumenten el número de los
bautizados. El anuncio del Evangelio se hace a través del ejemplo y no de la imposición.
o La
financiación de las instituciones de la Iglesia no debe utilizar estrategias
que despierten sospechas de lucro. Hay que sensibilizar a las comunidades para
que asuman las responsabilidades económicas en la obra evangelizadora.
o Hay
que evitar cualquier asomo de mercantilismo en la oferta de los servicios
sacramentales.
ü El
anuncio del Evangelio debe limpiarse de los innumerables elementos distractores
que han contaminado a las homilías y catequesis, como son los análisis sociológicos,
el proselitismo político, los proyectos filantrópicos. Debemos redescubrir la
pureza original del anuncio que hacían los Apóstoles en la primera etapa de la
historia de la Iglesia. Este anuncio está cuidadosamente documentado en el
libro de los Hechos de los Apóstoles. Ellos anunciaban a Cristo crucificado y resucitado,
y lo hacían con la convicción de quienes habían sido testigos presenciales.
ü Como
conclusión de esta meditación dominical, no permitamos la manipulación del
discurso religioso. Hablemos de lo único importante, que es el Señor resucitado.