«EL EVANGELIO PRIVILEGIA A LOS
POBRES Y EXCLUIDOS»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para el 3° domingo de Cuaresma
[04 de marzo de 2018]
En estos domingos de Cuaresma, mientras nos vamos encaminando a la
celebración de la Pascua, estamos reflexionando sobre la dimensión social de la
fe. La relación que el cristiano entabla con Dios no es intimista si no que se
abre a la fraternidad. La experiencia del amor y la misericordia del Padre se
desbordan animándonos a amar a los demás. Y en el corazón del camino discipular
están especialmente los pobres y excluidos.
Ya hemos dicho que lamentablemente son muchos en nuestra época los que
solo sobreviven, los que están excluidos incluso de los bienes básicos como la
alimentación, la salud o la educación. Esta realidad debe interpelarnos
seriamente. El papa Francisco es claro respecto a este tema: «Nadie debería
decir que se mantiene lejos de los pobres porque sus opciones de vida implican
prestar más atención a otros asuntos. Ésta es una excusa frecuente en ambientes
académicos, empresariales o profesionales, e incluso eclesiales. Si bien puede
decirse en general que la vocación y la misión propia de los fieles laicos es
la transformación de las distintas realidades terrenas para que toda actividad
humana sea transformada por el Evangelio, nadie puede sentirse exceptuado de la
preocupación por los pobres y por la justicia social: La conversión espiritual,
la intensidad del amor a Dios y al prójimo, el celo por la justicia y la paz,
el sentido evangélico de los pobres y de la pobreza, son requeridos a todos».
Temo que también estas palabras sólo sean objeto de algunos comentarios sin una
verdadera incidencia práctica. No obstante, confío en la apertura y las buenas
disposiciones de los cristianos, y les pido que busquen comunitariamente nuevos
caminos para acoger esta renovada propuesta». (EG 201)
Para realizar un buen examen de conciencia y revisar nuestra condición
de cristianos es importante recordar que debemos ser concretos. Cuando no
encarnamos nuestros propósitos y nos quedamos en generalidades, corremos el
riesgo de fracasar en nuestros propósitos. Hay muchos hermanos necesitados
cercanos a nosotros. La mejor experiencia espiritual es partir de que también
nosotros somos necesitados. Ya sea que nos identifiquemos con el hijo menor,
alejado del amor de su padre, en la parábola del hijo pródigo, o con el hermano
mayor que permanecía a su lado. En cualquier caso, experimentamos la necesidad
del amor y la misericordia de Dios.
La caridad practicada necesita de una fe que esté acompañada por obras.
«Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las
obras, te demostraré mi fe». (Sant 2, 18b)
Si debemos evaluarnos personalmente considerando la dimensión social de
la fe, también debemos hacerlo teniendo en cuenta el compromiso de nuestras
parroquias, comunidades, movimientos eclesiales, institutos educativos. En
estos ámbitos es clave vivenciar una caridad practicada incluyendo y
privilegiando a los más pobres.
No podemos realizar aquí una descripción minuciosa de tantas situaciones
de pobreza con las que convivimos. Pero sabemos que hay muchos hermanos que
están en la marginalidad. Son muchos los asentamientos en nuestras ciudades en
los que familias, jóvenes y niños sólo sobreviven. Uno de los problemas más
grandes es la desnutrición que daña a quienes son víctimas de esto a tal punto
de condicionarlos en el estudio o en la obtención de algún trabajo. Nos duele
también que haya tantos hermanos desocupados o en situaciones de extrema
precariedad laboral. También constituye una gran herida el flagelo de las
adicciones que va ganando terreno sobre todo entre nuestros jóvenes.
La evangelización que realizamos tiene que llegar a todos, pero
especialmente a las «periferias existenciales» como nos lo dice el papa
Francisco. Esta preocupación de buscar caminos evangelizadores no es
exclusivamente del clero y los consagrados sino, de todo el Pueblo de Dios.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que podamos avanzar decididamente
con Jesús hacia la Pascua y que nos ayudemos unos a otros para vivir con más
empeño nuestro compromiso bautismal ejercitando la caridad especialmente con
los más pobres y excluidos.
Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo.
Juan Rubén Martínez,
obispo de Posadas