DOMING0 1º. CUARESMA, Ciclo B
Al que le pique, que se rasque
Ha
llegado el tiempo de la Cuaresma
que ordinariamente consideramos un tiempo de penitencia, pero a veces, esa es
la verdad, distanciado de la Pascua de Cristo Jesús de lo que nos vino la
salvación. Tenemos que volver a unir la Pascua del Señor con la penitencia
natural de los cristianos en este tiempo de salvación. Y así entramos ayudados por el Evangelista
San Marcos que es parco tratándose de detalles de la vida de Cristo. Y sorprende mucho lo que afirma sobre el
tiempo de tentación de Cristo en el
desierto. No tenemos que hacer que el texto diga cosas que siempre nos han
parecido tan naturales. Sólo se nos da a conocer que en ese tiempo, Cristo
estaba en paz con la naturaleza, con los animales e incluso los mismos ángeles
le servían, lo que denota que está en plena comunicación y armonía con su Buen Padre Dios: “El Espíritu impulsó
a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado
por Satanás. Vivió allí entre animales salvaje y los ángeles le servían”. Si
hubo una lucha, sí hubo un combate y hubo una victoria, pues a eso iba, sin dejar de mencionar que la situación en el
corazón de Cristo es de paz, de alianza y de reconciliación, cosas que deberían
estar presentes en el corazón de los cristianos cuando se esfuerzan y luchan
por vencer las tentaciones que son casi el pan de cada día en la vida de los
hombres. La lucha de los creyentes tiene que venir dada desde su encuentro con
Cristo y movidos por el Espíritu Santo que quiere apoyar al cristiano en su
lucha contra el pecado. Hay que insistir mucho en esa presencia del Señor en la
vida del creyente cuando se esfuerza en la lucha contra el pecado.
Lo que viene
a continuación me parece tan importante como la afirmación de las tentaciones:
“Después de que arrestaron Juan El bautista, Jesús fue
a Galilea para predicar el evangelio de Dios de y decía: “Se ha cumplido
el tempo y el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”.
San Marcos es
muy preciso al indicar que Jesús comienza su lucha contra el mal, precisamente
después del arresto y la muerte del Bautista, cuando ya lo había dado a conocer
a las gentes y a sus propios discípulos: “Este es el Cordero de Dios, el que
quita el pecado del mundo”. Desde entonces la única preocupación del Hijo de
Dios será hacer presente en el mundo el Reinado de Dios que tiene
necesariamente que ser un reino de paz, de amor, de justicia, de
bienaventuranza e indudablemente de perdón y de acogida. Y aquí viene el
platillo fuerte de Cristo, su invitación en doble vertiente, convertirse, pasar
de una fe heredada, a una fe adquirida, acogida, deseada, dando lugar así una
aceptación evangélica que traiga paz, reconciliación entre todos los hombres y
una situación de armonía que nos haga pensar que verdaderamente Reino de Dios ya
está haciéndose presente entre los hombres aunque su plenitud aun esté por
cumplirse. Y así llegaríamos a aceptar el bautismo del que nos vendrán todos
los otros beneficios propios del que se ha encontrado con el Señor. Esto si lo
vemos, es verdaderamente comprometedor, pues ciertamente del bautismo nos
vendrían todas las gracias, pero por eso mismo la grata obligación de vivir la
vida nueva de los hijos de Dios en el Reino.
Vivamos, pues, este tiempo de penitencia, pero recordemos que nuestro
peregrinar y nuestra meta, será el encuentro con Cristo que se entregó a la
muerte, pero con una sola idea, llegar a la Resurrección a la que lo destinaba
el Buen Padre Dios, y como cabeza de todos los que llegarían a la salvación de
Dios.
El Padre
Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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