«ESPÍRITU DE RECONCILIACIÓN»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para el 5° domingo de Cuaresma
[18 de marzo de 2018]
Estamos terminando el tiempo cuaresmal y es por eso que en el Evangelio
que leemos este domingo (Jn 12,20-33), el Señor nos
dice que «ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser
glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no
muere, queda solo, pero si muere da mucho fruto. El que tiene apego a su vida
la perderá, y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará
para la vida eterna» (23-25). Es cierto que este lenguaje no fue de fácil
comprensión para los discípulos de Jesús, quienes no entendían que el Señor
estaba anunciando su muerte. Tampoco llegaban a comprender claramente la
aplicación que aquellas palabras tenían para ellos mismos. De alguna manera
podemos señalar que esa dificultad de entonces sigue vigente, porque también a
nosotros nos es difícil entender el lenguaje de la Pascua, que es esencial para
asumir nuestra condición de cristianos. «Morir
para vivir». Hasta que no realizamos un real y profundo examen de
conciencia sobre nuestras vidas, y estamos dispuestos a morir a lo que estamos
haciendo y viviendo mal, no podemos entrar en el camino de la Vida nueva que
nos propone Jesucristo en este tiempo cuaresmal. Por eso en estos últimos días
de la cuaresma no podemos dejar de reflexionar sobre la necesidad del perdón y
la reconciliación, como imprescindibles para llevar a cabo una real renovación
personal y social.
Si repasamos nuestra historia personal y familiar y sobre todo social,
cuántas situaciones y zonas encontraremos de enfrentamientos, diferencias que
parecen insalvables o rencores profundos, que están muchas veces enraizados en
el pecado propio o de los demás. Estas formas oscuras necesitan la luz de la
reconciliación y reclaman el perdón que nos exige nuestra condición de
cristianos.
De pronto el Señor, nuestro Maestro, nos dice cosas exigentes como: «que
amemos a nuestros enemigos y hagamos el bien a los que nos odian» (Lc 6,27), que en general o directamente no nos hacen
cuestionarnos por considerarlas impracticables o no se traducen en nuestros
comportamientos de vida. Por el contrario, cuando estamos ofendidos y heridos,
nos sentimos tentados a ceder a los mecanismos psicológicos de
auto-compensación y de revancha. Sin embargo, podemos afirmar con certeza que
el único camino que nos lleva a la paz, tanto personal, como social es la
reconciliación.
En nuestra provincia, la gran mayoría se dice cristiana y hay una
religiosidad importante, pero ¡qué lejos estamos de practicar este componente
esencial de nuestra fe que es el perdón y la reconciliación! Si esto pasa en
general, realmente es gravísimo el odio, la venganza y la práctica «del
ojo por ojo y diente por diente», que practican nuestros dirigentes que se dicen
cristianos. Nuestra gente capta este medioambiente marcado por el odio, y
realmente está cansada de la falta de magnanimidad y de grandeza. El futuro
será de aquellos que sepan respetar la diversidad, saliendo de la violencia que
genera el pensamiento único y que sepan proponer e instalar una sociedad donde
se pueda vivir con espíritu de perdón y reconciliación.
Se acerca la Pascua y el texto de la Palabra de Dios de este domingo
cuaresmal nos cuestiona ¿estamos dispuestos a morir a nuestros pecados y
mediocridades, para vivir, la Vida nueva que nos propone Jesucristo en su
Palabra? El Señor nos señala categóricamente: «Si
el grano de trigo que cae en la tierra no muere queda solo; pero si muere, da
mucho fruto» (Jn 12,24).
Tenemos debemos convertirnos, a nivel personal, familiar y social,
superando la violencia, los rencores y las injusticias ¡Cuánta necesidad
tenemos de convertirnos a Dios, de pedir, aceptar y ofrecer el perdón!, de
poner en práctica esta enseñanza cristiana para caminar desde la mezquindad y
la revancha, hacia una sociedad más solidaria y generosa.
Finalmente quiero recordar algo que, por ser básico, es fundamental.
Solo tendremos paz en el corazón y en nuestros ambientes, si nos hacemos amigos
del perdón y la reconciliación, aun cuando ponerlo en práctica nos cueste.
Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo.
Juan Rubén Martínez,
obispo de Posadas