COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Quinto
domingo de Cuaresma, Ciclo B
Evangelio
según San Juan 12,20-33
Entre
los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos que se
acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le
dijeron: "Señor, queremos ver a Jesús". Felipe fue a decírselo a
Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. El les
respondió: "Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser
glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no
muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida
la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará
para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté,
estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: 'Padre, líbrame de esta hora'? ¡Si
para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!". Entonces
se oyó una voz del cielo: "Ya lo he glorificado y lo volveré a
glorificar". La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba
que era un trueno. Otros decían: "Le ha hablado un ángel". Jesús
respondió: "Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado
el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera;
y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia
mí".
CUARESMA
5: SEGUIR A JESUS, SERVIR A JESUS
Queridos hermanos, este es un texto
maravilloso donde Cristo, el Hijo de Dios, es obediente al Padre, sabe para qué
vino, sabe por qué y a qué fue enviado; Él tiene conciencia de su mesianismo,
tiene conciencia de que es Hijo de Dios y tiene conciencia también de lo que le va a pasar; les dice “para esta
hora he venido” y pide fuerzas a Dios Padre para ser fortalecido. Es muy
importante esta relación.
Muchas veces en la vida nos
encontramos ante situaciones vulnerables como tribulaciones, dificultades,
fracasos, enfermedades, ante límites muy pero muy grandes y muy graves. Es el
momento donde uno tiene que abrirse en la oración, para que pidiéndole a Dios
fuerzas pueda entender, pueda aceptar, pueda vivir y pueda ofrecer. Aquí está
lo importante: no hay que bajarse de la cruz, ni quitarse de la cruz, ni
rechazar la cruz, pero sí hay que pedir fuerza para que uno viva no sólo como
discípulo, sino también como testigo.
“El Príncipe de este mundo” -el
maligno- ha sido derrotado y la fuerza de Dios está muy presente. “Cuando yo
sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”, dice el
Señor. Confiemos en su Palabra, no en la nuestra. Él ya definió el sentido de
la historia, el sentido de la vida.
Vivamos como victoriosos, como
entusiastas, como personas, como cristianos, como creyentes, como hijos de
Dios, como hijos de la Iglesia. Que no vivamos como derrotados, apenados,
apagados, entristecidos, aplastados, minimizados. Que tengamos la fuerza del
Espíritu para que también sepamos que el que lo quiere servir lo debe seguir.
¡Si quieres servirlo, síguelo y si lo
sigues, sírvelo!
Les dejo mi bendición: en el Nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén