Miércoles
santo: Mt 26, 14-25
Hoy nos trae
El sobrenombre de “iscariote”, aunque puede significar un lugar de
procedencia, puede significar también que pertenecía a un grupo de judíos
fanáticos que buscaban a un mesías político y triunfador en lo material.
Seguramente que Judas lo creería con buen corazón y con una buena manera
aparente de buscar la gloria de Dios, del Dios que él creía ser justiciero y hasta
vengativo. El hecho es que Jesús le escogió, quizá ya como último para
completar el número simbólico de doce. Todos los evangelistas le ponen en el
último lugar. No era el único que pensaba en un mesías político. Los dos hijos
de Zebedeo, Santiago y Juan, pidieron a Jesús tener los primeros puestos en su
reino. Y los demás discutían por esos puestos. Judas no sería menos en aspirar
a algo grande: quizá ser ministro de finanzas y comercio. Como era hábil para
los números y los negocios, era el encargado de tener la bolsa del dinero de la
comunidad. Eso parece ser que fue lo que más le dañó, porque, como era
aficionado al dinero, robaba de vez en cuando para sus propios intereses. Así
nos lo dice san Juan.
La traición no fue algo que
se le ocurrió de repente, sino que se fue fraguando poco a poco. Esto pasa con
todos los grandes vicios: suelen comenzar por poca cosa. Y tampoco suelen
comenzar como cosa mala. Normalmente las tentaciones del demonio no son para
hacer algo que nos parece malo, sino algo que nos parece bueno, pero no como
Dios quiere. Judas no supo comprender a Jesús en su ministerio de misericordia.
Se encerró en su interés por lo material y lo que comenzaría por un malestar
ante la actuación bondadosa de Jesús, llegaría al odio y a querer quitarle por
la fuerza ese ideal de mesías servicial y entregado por nosotros. Parece ser
que no deseaba la muerte de su Maestro. Es posible, como dicen algunos, que la
intención de Judas sería denunciar a Jesús, descubrirle ante el furor de sus
enemigos, como para obligarle a actuar mandando legiones de ángeles a matar a
sus enemigos. Por eso cuando se enteró de que Jesús había sido condenado a
muerte, Judas se desesperó.
Su gran pecado fue
desconfiar de la bondad de Jesús que estaba dispuesto siempre a perdonar.
También tuvo un gran pecado, que nosotros podemos tener, y es el de creerse que
uno sabe más que Dios o el querer obligar a Dios hacia nuestros intereses
particulares. El precio que le dan a Judas por su traición es de 30 monedas de
plata, que era lo establecido para comprar a un esclavo (Ex 21-32). Si miramos
a nuestra vida, quizá hemos traicionado a Jesús por bastante menos. Esto se
hace cuando se traiciona a un inocente y se margina a uno indefenso.
Jesús les había convocado a
los doce a aquella reunión pascual. Allí Jesús declara que uno de ellos le va a
entregar. No trata de descubrir al culpable, sino de tender una última mano
llena de bondad y perdón a quien maquinaba tanta maldad. Hasta el último
momento Jesús le llamaría amigo a Judas. En la cena le da una muestra de
amistad, como era, según la costumbre de aquella tierra, dándole un trozo de
pan untado de su mismo plato. Pero el corazón de Judas ya estaba atado al
dinero. Como había dicho Jesús, cuando uno pone el corazón en el dinero, deja
de ponerlo en las cosas espirituales que Él predicaba. A veces hemos
traicionado a Jesús cuando le recibimos en