VIERNES SANTO
Muchos
son los recuerdos y las vivencias de nuestra fe en este día.
Hoy
recorremos los momentos en que Jesús pasa la noche encerrado en la cárcel del
Sanedrín, es llevado donde Pilato, luego donde Herodes, de vuelta a Pilato,
donde es flagelado y coronado de espinas, es presentado por Pilato diciendo “Ecce homo”, este es el hombre. Ciertamente es un hombre,
pero nosotros sabemos que es Dios, que va a morir por nosotros. Y va a morir
con la muerte más ignominiosa. Por eso le hacen cargar con la cruz.
Con
todo ese peso caería varias veces, y quizá ante la vista de su propia madre,
acrecentando con ello el dolor de los dos. En el Calvario es crucificado y
levantada la cruz a lo alto. Allí estaba su madre, que recibe el encargo de
velar por san Juan y por todos nosotros. En la cruz muere Jesús, perdonando.
Hoy nos dice a cada uno: “Te perdono, pero no vuelvas a pecar”. Después bajan
su cuerpo y lo ponen a los pies de María.
Ante este
recorrido del Viernes santo de nuestra parte deben
partir hacia Jesús dos grandes sentimientos: la gratitud y el pedir perdón.
Gratitud porque Dios se ha compadecido de nosotros. Y no sólo se hizo hombre,
sino que nos acompaña en nuestras debilidades con sus sufrimientos hasta la
muerte en cruz.
Al
mismo tiempo le pedimos perdón con un propósito sincero de hacer lo que podamos
para que reine en nuestro corazón y en el mundo entero. Jesús muere perdonando
y prometiendo un paraíso a quien tiene un poco de consideración por ese amor
que se desvela desde lo alto de la cruz.
Al ir
recordando hoy la pasión de Jesús y especialmente su camino hacia el Calvario,
consideramos los diferentes personajes que actúan; pero que en alguno podemos
estar identificados. No queremos vernos en Judas, el traidor; pero temamos, con
temor de Dios, porque por un vicio pequeño podemos caer en uno grande.
Siniestros son también los jefes espirituales de aquel pueblo que, en vez de
llevar al pueblo hacia Dios, buscan ser servidores de sí mismos, llenos de
envidia y de odio hacia Jesús. Siniestros son Herodes, que se ríe de Jesús, y
Pilato que, por cobardía y temor a perder su puesto, manda a Jesús a la cruz.
Débiles los soldados que cumplen con su deber, aunque con saña, “no saben lo
que hacen”. Y débiles la mayoría de los apóstoles que huyeron, por un tiempo,
desconcertados.
Y entre
los buenos: el cireneo. Ojalá nosotros seamos cirineos de muchas personas. Y
buena
Hoy sigue Jesús condenado a muerte en
tantos niños inocentes condenados antes de nacer, en tantos niños obligados a
ir a la guerra, en tantos y en tantas personas que sufren por la maldad de
otros seres humanos. Cuando besemos hoy la imagen de Jesucristo muerto en la
cruz, que sea un beso de amor que salga del corazón, de amor particular de
nosotros y de reparación por tantas personas que pasan de largo o peor si le
injurian expresamente. Besemos con amor sus manos y sus pies gastados por tanto
ayudar, y su pecho por tanto amar.
Seremos
recompensados por un amor más grande de Jesucristo y por la promesa de
participar gozosamente en su resurrección.