Jueves Santo en la Cena del Señor
UN
JUEVES QUE OCURRIÓ UN MARTES
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Los acontecimientos del Jueves
Santo, probablemente, ocurrieron el martes. Es una opinión que desde 1953
defiende Annie Jaubert y
que el mismo Joseph Ratzinger cita en su “Jesus de
Nazaret” (II pag 130 ss).
Discute la opinión y acaba afirmando que, según los relatos evangélicos,
ocurrieron el jueves. Ahora bien, el desarrollo de los acontecimientos que con
detalle nos cuentan los autores no dan tiempo a tales
ocupaciones. He recorrido estos lugares a pie muchas veces, recuerdo más o
menos bien las distancias y los tiempos que suponen tales desplazamientos.
Había pensado cronometrarlos en un próximo viaje, pero auguro que no podré
hacerlo.
2.- No importa saberlo exactamente, uno
ha de ser consciente de que lo que celebramos no es una ceremonia, una cena,
por opípara y emocionante que pudiera serlo, lo que hoy festejamos es lo
instituido en ella, confiándolo a la Iglesia. Lo recuerda el mejor estudioso de
este tema Josef Andreas Jungmann.¿Por
qué me he entretenido en daros estas explicaciones, mis queridos jóvenes
lectores? Os lo diré a continuación.
3.- Ciertamente la liturgia de hoy es el
memorial, la actualización de alguna manera, del misterio de aquel día. Esta
noche, con el posterior día del Corpus Christi, a ello lo dedicamos. Ahora
bien, en nuestra mente y para nuestro provecho, están presentes otros
acontecimientos que quiero recordaros, sin detenerme en la Santa Cena, por muy
importante que sea.
4.- Getsemaní fue el lugar y la ocasión
propicia, preparada por el diablo desde la estancia de Jesús en el desierto,
para someter al Maestro a tentación. ¡y bien que lo
hizo! Su sufrimiento, su angustia, su decaimiento, su depresión, le llevó a una
agonía que le asfixiaba de tal manera, que el inicial sudor frío se tiñó de
sangre. Clínicamente recibe el nombre de hematohidrosis.
“Es una enfermedad que también es conocida como sudor de sangre. Puede ser
también lágrimas de sangre, es un fenómeno raro, pero conocido por la ciencia
médica, no es brujería, tampoco algo misterioso. se
trata de una respuesta fisiológica a una situación de estrés máximo” he copiado
textualmente. Aun hoy en día tal fenómeno preocupa a los médicos, sin
encontrarle acertada curación. Consecuencia de ello, la piel se torna
excepcionalmente sensible.
5.- Antes de llegar a este extremo, todo
el organismo recibe la sacudida interior de glándulas y sistema nervioso, que
le conduce a un descontrol de su organismo. Deducid vosotros, mis queridos
jóvenes lectores, qué quiero decir con este velado lenguaje, para que os deis
cuenta de la humillación fisiológica que supuso, aunque fuera mínima, comparada
a la que significó, por ejemplo, la estancia prisionero ante el reyezuelo
Herodes. Moza y dolor. Ya lo había anunciado Isaías. 53, 3 “Despreciable y
desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante
quien se oculta el rostro, despreciable,…”
6.- Vino luego el precipitado juicio. La
prisión. Amaneció. De un sitio a otro sin comer ni beber, sin poder satisfacer
necesidades corporales, estando y sintiéndose solo, prácticamente incomunicado,
olvidado e ignorado de los amigos y de las gentes. La Pasión del Señor no fue
un proceso deprisa y corriendo. No se precipitaron. Se tomaron precauciones. Se
acudió a autoridades que asegurasen el éxito de lo que pretendían los notables,
sin que se les pudiera acusar de injustos…Esto se inició el Jueves Santo,
que probablemente fue martes y se prolongó el miércoles y el jueves. Vuelvo a
repetir, tres días, no unas horas, que es lo que dura la celebración litúrgica.
7.- Meditad esta duración. Su realidad
humana, corporal y mental, sufría amargamente. Su realidad divina nos observaba
y tenía en cuenta. Se desanimaba a ratos, se fortalecía consciente del encargo
del Padre. Se decidió valientemente y se dirigió, sin tratar de huir hacia
Betania, que le era fácil y allí nadie le podría encarcelar, salió al encuentro
de los que hacía tiempo observaba en la noche que se iban acercando y les dijo:
si buscáis a Jesús de Nazaret, aquí lo tenéis: soy YO.
No lo olvidéis nunca, en Getsemaní, en
la realidad divina, en la que no existe ni espacio ni tiempo, estuvimos
presentes todos nosotros… preguntádselo a la Luna que aquella noche
observaba vigilante.