«vivir la semana santa»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para el Domingo de Ramos
[25 de marzo de 2018]
Durante la Semana Santa que iniciamos actualizaremos en nuestras
celebraciones litúrgicas lo que aconteció hace casi dos mil años en Jerusalén.
Muchas veces creemos que nuestro momento es el peor, pero en la historia cada
situación vivida ha tenido sus graves problemas. No era fácil el contexto en
donde se vivió la Pascua del Señor. Tanto por la dominación del Imperio Romano,
como por la complejidad de la religiosidad de los judíos y los paganos. En
Jerusalén transcurrieron los días y hechos cruciales de nuestra fe. Jerusalén
nos evoca el pasado histórico y el futuro escatológico. Aunque lamentablemente
siempre abundan los conflictos, Jerusalén nunca dejó de ser una tierra cargada
de historia, misterio y sobre todo fe. Es ahí en Jerusalén donde Jesucristo va
a vivir la Pascua. Esta va a ser su Pascua, nuestra Pascua y la Pascua de la
humanidad.
En este domingo celebramos la entrada mesiánica a Jerusalén (Mc
11,1-10). Jesús montado sobre un pobre burro, es el rey humilde que contradice
el poder romano y religioso de los judíos que no entendían la presencia de
Dios. Leeremos también la pasión del Señor. Con la lectura de estos textos nos
prepararemos para las diversas celebraciones de la Semana Santa. El jueves nos
reuniremos en la Catedral de Posadas, con todos los sacerdotes de la Diócesis y
el pueblo de Dios que viajará hasta allí para acompañarnos, y celebrar la Misa
Crismal. Esta Misa lleva este nombre porque realizaremos la bendición de los
distintos óleos y el Santo Crisma, aceites sagrados que usamos en la
distribución de los Sacramentos durante el año. También en esta Eucaristía los
sacerdotes renovaremos nuestras promesas sacerdotales. Renovamos el
agradecimiento por el llamado que Dios nos ha hecho a ser Apóstoles y amigos.
Anticipamos esta renovación de las promesas sacerdotales por una razón
pastoral, para estar juntos, ya que la institución del sacerdocio ministerial
es celebrada en la Cena del Señor durante la Misa del jueves por la noche. Allí
los cristianos nos reunimos a celebrar la institución de la Eucaristía, del
sacerdocio y del servicio con el gesto del lavatorio de los pies. Después
siguiendo los textos de la Palabra de Dios nos encaminamos a participar en el «Vía
Crucis», en el juicio y la muerte del que fue crucificado el
Viernes Santo. El sábado por la noche la Misa empezará en la oscuridad y el
cirio encendido será la luz de Cristo, la esperanza y la vida que ilumina las
tinieblas. Los aleluyas expresarán el triunfo de la vida, sobre la muerte,
porque Cristo, el que murió, ¡Resucitó! La liturgia Pascual nos invita a que
nosotros también subamos a Jerusalén para vivir nuestra Pascua.
Muchos al escuchar: Semana Santa o Pascua, lo asocian solamente a
vacaciones o a diversión. Como muchos contemporáneos de Jesús, no captan ni entienden
el sentido profundo y la posibilidad que Dios quiere regalarnos de vivir la
conversión y la Pascua. Hoy corremos el riesgo que el secularismo nos lleve a
vaciar de contenido aquello que celebramos. El secularismo es una forma de
ateísmo práctico. No discute la existencia de Dios, la omite y vacía de valores
que son fundamentales a la dignidad humana. No está mal que algunos quieran
tomarse un descanso de la rutina diaria, pero esto debe convivir con nuestro
compromiso cristiano de participar y vivir la Pascua y las celebraciones, para
renovar la fe.
Este tiempo fuerte de Semana Santa y Pascua, es una oportunidad para que
todos, pero especialmente los cristianos y en particular aquellos que tenemos
distintas responsabilidades dirigenciales y sociales,
realicemos un profundo examen de conciencia, sobre cómo vivimos el llamado a la
santidad, en el ejercicio de nuestra condición de ciudadanos. Acompañar a
Jesucristo, el Señor, en estos días implica internalizar el camino, la verdad y
la vida que el Señor quiere darnos.
Quiero subrayar la necesidad de
participar en todas las celebraciones de Semana Santa. Esto llenará de sentido
nuestras vidas y nos animará a renovarnos como hombres y mujeres «pascuales»,
para que renovados en la fe podamos ser fermento de transformación social y
globalizar la solidaridad.
Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo.
Juan Rubén Martínez,
obispo de Posadas