COMPARTIENDO EL
EVANGELIO
Reflexiones de
Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios
de Capital y Gran Buenos Aires)
DOMINGO DE RAMOS
Evangelio según San
Marcos 11, 1-10
Cuando se acercaban a
Jerusalén, estando ya al pie del Monte de los Olivos, cerca de Betfagé y Betania,
Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: «vayan al pueblo que
está enfrente y al entrar encontraran un asno atado, que nadie ha montado
todavía. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta qué están haciendo,
respondan: “El Señor lo necesita y lo devolverá pronto”». Fueron y encontraron
el asno atado cerca de una puerta, en la calle y lo desataron. Algunos de los
presentes les preguntaron: “¿qué hacen, por qué desatan ese asno?». Ellos les
respondieron como había dicho Jesús y
nadie los molestó. Entonces le llevaron el asno, pusieron encima sus mantos, y
Jesús se montó. Muchos extendían sus mantos en el camino, otros los cubrían con
ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y seguían a Jesús gritaban:
«Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito sea el Reino que ya
viene, el Reino de nuestro padre David. ¡Hosanna en las alturas!».
ENTRAR
EN EL MISTERIO DE LA PASCUA
¡Qué
conmovedor! Es un texto que nos habla de algo festivo. Que Jesús entra en
Jerusalén, montado en un asno y el pueblo lo aclama, lo vitorea, lo alaba, lo
bendice, le agradece. Curiosamente después, alguna de esas voces serán lo
contrario y dirán ¡crucifíquenlo!, ¡crucifíquenlo! Vemos aquí lo voluble que es
el ser humano, lo cambiante; con una mano toca el cielo y con la otra el barro,
¡la miseria!, ¡el pecado!
La
liturgia del domingo de ramos nos muestra esta escena e inmediatamente nos la
cambia; ahora este Evangelio -de victoria, de gozo- y luego, en diez minutos
apenas, nos larga la Pasión: todo lo que Jesús ya está viviendo. Nos cae como
una piedra pesadísima, por todo lo que Jesús ha de padecer.
Esa
contradicción -que está en nosotros, está en los demás, ¡en tantas cosas!-,
tiene que llevarnos a purificarnos, a convertirnos, a tomar decisiones; yo
diría “a ser más buenos, más transparentes, más fieles, a amar en serio”, este
es un compromiso.
La
Pascua es el paso del Señor, ¡que pase por nuestra vida!, ¡que cale hondo! No
es un rito, ¡es la Pascua!, ¡es Dios que pasa! Y hay que celebrarlo, hay que
vivirlo, hay que internalizarlo y ¡hay que convertirse! No podemos,
simplemente, hacer el rito. No nos quedemos afuera, entremos en el misterio. Si
hay que llorar, se llora; si hay que pensar, que se meta cada uno en los
personajes bíblicos y reflexionar seriamente. ¡La Pasión y la Resurrección, son
cosa seria y nos define!
¡Que
tengamos todos una Buena Semana Santa!
Les
dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen