COMPARTIENDO EL EVANGELIO

Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia

(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)

 

DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCION

Evangelio según San Juan 20,1-9

 

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

 

¡ES VERDAD, ES CIERTO, JESUS HA RESUCITADO!

 

El relato de San Juan es muy significativo, con detalles: cómo fue María Magdalena, vio que la tumba estaba vacía, cómo corrió Juan que era más joven y por eso llegó antes que Pedro, cómo lo esperó, cómo llegó Pedro después que sí entró y vio que las cosas estaba separadas y que el cuerpo del Señor no estaba; ahí empezaron a darse cuenta que el Señor no estaba muerto sino vivo. Había resucitado.

 

El misterio central de nuestra fe cristiana, de nuestra fe católica, es que Cristo se encarnó, asumió la Pasión, sufrió por nosotros, fue crucificado, muerto y ha resucitado. La muerte y la vida se consolidan en la vida, pero para llegar a la vida se pasa por la muerte.

 

En esta, como en toda Pascua, Cristo vence dos realidades: ante el pecado  -que afea el alma y que esclaviza-  nos trae la libertad, nos sana, nos cura, nos levanta, nos saca el pecado; también nos da la participación a la vida eterna.

 

Muchos piensan que la vida que uno tiene que vivir es esta y a veces no tienen recuerdo ni memoria de que la vida la recibió, se la prestaron, que nadie decidió nacer por voluntad propia, que fuimos llamados y que esta vida no termina con nuestra vida, sino que hay OTRA vida más allá del charco, de otro lado. Esa palabra, de que hay OTRA vida, se llama TRASCENDENCIA. Es decir que toda nuestra historia personal se juega en este presente y se define en el definitivo, en el otro.

 

Por eso cada cual tiene que obrar en mérito a sus responsabilidades, a su fe, y tenemos que dar cuentas allá de lo que vivimos y amasamos acá. Que la fuerza del resucitada haga que nos convirtamos y comprometamos nuestra vida acá para vivir mejor allá

 

¡Feliz Pascua de Resurrección!

 

 

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén