La paz como don

 

Se nos hace difícil hoy aceptar que el ser humano está hecho para la felicidad. Pareciera que todo alrededor confabulara contra este principio identitario pero de lucha y de realización plena. Se nos dio inteligencia pero la estamos usando para destruir nuestro hábitat. Somos racionales, pero irresponsablemente nos enfrentamos en genocidio brutal con el afán de destruir por completo al hermano o hermana… para eso inventamos la guerra y las armas y el poder.

Pensamos que podemos construir la Paz. Inventamos las mesas del diálogo. Pero seguimos con un corazón fragmentado, parcializado, egoísta. La Paz es fruto de la conversión, de la sanación interior, de la aceptación gozosa y respetuosa de contrincante o del hermano. Entonces, la Paz va tomando la forma del corazón con sus sentimientos, su anchura y profundidad, la visión de futuro, el lenguaje constructivo, generador potencial de las nuevas relaciones, de la armonía y concordia.

La Paz es holística, es total o no es nada. La Paz es Dios, es su nombre, es el ejercicio de su misericordia, es el Don con el cual Él quiere armonizar nuestras vidas de tal forma que respondamos a su Plan Salvador. La Paz es fruto de los detalles, de las miradas sonreídas, de las palabras desarmadas, de la espontaneidad silenciosa, de las actitudes constructoras y, muy cierto, de las decisiones que brotan del corazón y se expresan en hechos fundantes del nuevo hábitat.

El fruto primero de la Resurrección es la Paz. Jesús irrumpe en medio de sus discípulos destruidos por el miedo, la cobardía, la inseguridad y la frustración. La Pasión de su Señor los había dejado sin piso en su fe, en sus relaciones y en sus metas. Era urgente levantarlos de semejante postración. Y el Señor Jesús llega donde Ellos con el anuncio de la Paz. Con Ella les da vida, entusiasmo, valentía, gozo fraterno. Y restaura sus corazones, sus mentes, su FE. Es el Don de la Pascua.

Cochabamba 15.04.18

jesús e. osorno g. mxy

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