La dimensión del corazón de Dios

 

La mediocridad y la dispersión han invadido todas las áreas de nuestra existencia humana. Hemos trastocado los valores, lo esencial de nuestras vidas y hemos comenzado a caminar en contra vía del gran proyecto de realización humana inscrito en nuestra propia conciencia. La humanidad como conquista es tarea permanente de todo ser humano. La degradación como respuesta ha sido siempre una tentación jamás superada o vencida en el campo de batalla de nuestro diario convivir.

Somos de la estatura de nuestro propio corazón, dependemos de su profundidad, y nos movemos al vaivén de sus cambios y altibajos permanentes, Es ahí en donde se juega el equilibrio de nuestro carácter, la lucha de nuestras pasiones, la confrontación de nuestro estado anímico, la armonía entre presente y futuro. Por lo mismo, es el corazón el que mide la altura de nuestros horizontes, el calor de nuestras relaciones humanas y la serenidad en el ejercicio de nuestros carismas.

La Palabra nos dice que Dios es más grande que nuestro corazón. Y si Dios es más grande, entonces, nuestra mezquindad, nuestras fronteras, nuestra religiosidad, la estructura que nos encierra y las discriminaciones con las que rechazamos a los demás, pueden ser superadas, vencidas, recreadas. Podemos superar la tentación de reducir el gran Proyecto de Dios a las estrecheces de nuestro corazón. Se nos crean alas para la imaginación, la creatividad, la novedad.

Tenemos que ensanchar nuestro corazón. El ejemplo de Pablo es aleccionador a este respecto: En los orígenes de su Misión, sufre a causa de sus hermanos que lo miran con desconfianza por razones simples: Es un enemigo que se ha transformado en Amigo, su mensaje es sin horizontes al estilo del Proyecto de Dios, su corazón palpita al unísono del corazón de Dios y, lo más grave, rompe con los esquemas de una religiosidad atardecida en esquemas  de exclusión y ritualismo.

Cochabamba 29.04.18

jesús e. osorno g. mxy

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