3ª semana de
Pascua. Martes: Jn 6, 30-35
Jesús va a anunciar que un
día tendremos la Eucaristía, el verdadero pan celestial. A aquellas personas a
quienes había alimentado con un pan material les había dicho que crean en Él,
pues les va a dar un pan mucho más especial. Se necesita que pongamos la
inteligencia y el corazón en lo que Jesús nos va a decir, porque esto sí nos
interesa para la salvación. Jesús quiere que de las necesidades materiales
pasen los oyentes a otras aspiraciones superiores de orden religioso y
espiritual. Jesús les ha dado un pan material; pero quiere que vayan
comprendiendo que Dios nos da un pan divino, “bajado del cielo”, que es Jesús
mismo en la Eucaristía.
Las personas sencillas, a
quienes Jesús había alimentado, se dan cuenta que aquello había sido algo
extraordinario y quieren hacerle rey. Es decir, sospechan algunos que Jesús
puede ser el Mesías, que han estado esperando por mucho tiempo. Para ellos
Mesías es lo mismo que ser rey o jefe en lo material. Pero entre ellos hay
algunos que piensan que, si es el Mesías, debería hacer algún signo más
portentoso: algo así como había hecho Moisés en el desierto que les había dado
a comer el maná, que ese sí era, para ellos, un pan bajado del cielo. Había una
creencia popular de que, cuando viniera el Mesías, volverían a tener el maná.
Hoy Jesús les tiene que aclarar dos cosas acerca del maná: que no era pan del
cielo, sino de la tierra, y que no se lo había dado Moisés, sino el mismo Dios,
que es el Padre de todos los dones. Pero les va a decir algo mucho más
importante: Ahora sí que Dios les va a dar un “pan bajado del cielo”, un pan
que da la vida al mundo, la vida verdadera.
Sin saber todavía de qué se
trata, ellos piden: “Señor, danos siempre ese pan”. Nosotros también hoy
debemos pedir a Dios que nos dé su pan. Nosotros tenemos fe y sabemos que,
además de las necesidades materiales, tenemos otras necesidades superiores, que
Dios como buen Padre quiere alimentar. Y por eso existe el pan espiritual, que
no sólo es
Del pan material, dado el
día anterior, y del maná del desierto, que le recuerdan algunos, pasa Jesús a
hablarnos del “pan de vida”, que es el mismo Jesús. Es la maravilla del amor de
Dios, que no nos da unas migajas caídas de la mesa del Señor, sino que se nos
da él mismo. Nosotros sabemos que es el mismo Señor, ahora glorioso y
resucitado, que se nos da como alimento de vida. Es la maravilla de
La gente no busca a Jesús
por su persona o su mensaje, sino por la comida. Sin embargo hacen una pregunta
interesante: ¿Qué debemos hacer para cumplir lo que Dios quiere? Quizá pensaban
en alguna norma o ley, pues los fariseos creían que ya las cumplían todas. Pero
Jesús nos dice algo, que era incomprensible para ellos. Lo que debemos hacer es
creer en El: seguir su doctrina y vivir como El.
Los que habían sido
alimentados por el pan quieren seguir estando pasivos. Es decir, piden ese pan
“bajado del cielo”, porque si es mejor que el maná, les ahorrará todo trabajo.
Piden portentos, lo que deslumbra sin comprometerse al trabajo. Jesús está
pidiendo una adhesión total a su persona, y esto sí que cuesta mucho más. Jesús
en