CICLO  A

TIEMPO ORDINARIO

XX DOMINGO

 

"Dios, nuestro Salvador... quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1Tm 2,3-4). Es el mensaje de las lecturas de hoy. El Señor Jesús, que por nuestra salvación bajó del cielo, antes de ascender al cielo, dio a sus discípulos el mandato de proclamar el Evangelio al mundo entero. “El que crea y se bautice, se salvará (Mc 16,15-16).

Jesús de Nazaret lleva a cumplimiento este plan de Dios. La Iglesia surge de este plan de Dios de llamar a todos los hombres a la comunión con Él, a hacernos sus hijos, partícipes  de su propia vida divina. Así por su propia naturaleza la Iglesia es misionera. No es una organización más de la sociedad ni una ONG. Es la familia de los hijos de Dios, sacramento universal de salvación" (Concilio Vaticano II).

Dios se hizo hombre para salvar al pobre ser humano. Hombre real y concreto. Igual en todo a nosotros menos en el pecado. Nacido de una mujer, María, sin intervención de varón. Dios así asume nuestra naturaleza humana para que el hombre participe de la divinidad. Así trae Cristo la salvación a todo hombre de cualquier raza, pueblo y nación, cultura o clase social.

A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidoreslos traeré a mi monte santo” (primera lectura). “Oh Dios, que todos los pueblos te alaben. Hasta los confines del orbe” (salmo responsorial). En la segunda lectura,  San Pablo les dice a los Romanos, “gentiles” en otro tiempo rebeldes a Dios, pero que ahora han obtenido misericordia: “mientras sea vuestro apóstol, haré honor a mi ministerio”. Pablo y Bernabé se sienten empujados por el Espíritu hacia los paganos (Act 13 46-48). Pablo es ministro de los gentiles, dedicado a anunciar el Evangelio a los paganos, pues “defendía el valor universal de la salvación que se ofrece a todos, gentiles y judíos, ya que la justificación no es obra de la Ley, sino de la fe en Cristo” (Benedicto XVI). Se puso en camino hacia España (Rm 15, 24), que en el concepto del mundo de entonces, era el Finis Terrae, el extremo de la tierra. Hacía así realidad su misión, por mandato de Cristo, de llevar el Evangelio hasta los confines del mundo. En este itinerario está Roma, donde dio el supremo testimonio por Cristo.

En el Evangelio aparece Jesús en el extranjero, en el país de Tiro y Sidón, al noroeste de Galilea, tierra pagana. Entonces se dirige a él una mujer gentil de Caná de Galilea. Ante su insistente petición, Jesús le respondió: -“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija”.

Es la universalidad de la salvación, mediante la fe. Dios es amor y quiere que todos los hombres participen de su vida. “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él » (Jn 3,16-17).La fe es la respuesta libre y total del hombre a este amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús. “La salvación consiste en creer y acoger el misterio del Padre y de su amor, que se manifiesta y se da en Jesús mediante el Espíritu” (Juan Pablo II). Para el cristiano, creer en Dios es creer en Cristo, su enviado, su Hijo amado.

La fe nos hace gustar por anticipado la gloria del cielo. La fe es ya el comienzo de la vida eterna:”Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como reflejadas en un espejo, es como si poseyésemos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día” (San Basilio Magno).

La salvación que trae Cristo  alcanza a la persona humana en su dimensión física y espiritual. Hay dos gestos que caracterizan la misión de Jesús: curar y perdonar. Las curaciones demuestran la compasión ante la miseria humana.

Mariano Esteban Caro