V Domingo
de Pascua, Ciclo B.
Permanecer en la
verdad de la cruz de Cristo
En la
resurrección de Jesucristo los creyentes reconocemos la actuación decisiva de
Dios para conducir a la humanidad a una esperanza sin precedentes, por eso
estamos viviendo una alegría exultante en el tiempo pascual. El efecto
maravilloso de la resurrección de Cristo en nuestras vidas es que de ese mismo
Espíritu del resucitado puede participar ya todo ser humano. La presencia del
Espíritu del Resucitado en la historia humana es la nueva savia que nutre a los
hombres y mujeres de esta tierra. Con la alegoría de la vid y de los
sarmientos, el evangelio de Juan insiste en el carácter novedoso y potente del
mensaje de Jesús: "Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador (...)
Ustedes son los sarmientos" (Jn 15,1.5).
Este mensaje es
muy novedoso pues, mientras en el Antiguo Testamento la metáfora de la vid se
refería siempre a Israel como pueblo de Dios, en el cuarto evangelio la
verdadera vid es Jesús en persona, quien, con sus discípulos como sarmientos,
constituye el nuevo pueblo de Dios y sustituye al antiguo.
Se trata de una
imagen viva y potente pues este pueblo, como la vid, ha de crecer y producir.
Sin embargo, la llamada principal del evangelio es a "permanecer en
Jesús". Permanecer en Él significa, con sentido dinámico, seguirlo estando
siempre unidos a él. No basta con una decisión inicial y entusiasta de
empezar a seguir a Jesús. Hasta siete veces aparece el verbo
"permanecer" en el evangelio de este domingo (Jn
15,1-8). Permanecer en Jesús significa seguir con él asimilándose a su persona,
al dinamismo de su vida en el amor hasta la muerte, mediante la comunión con su
savia, de modo que el sarmiento produzca fruto. El fruto que Dios espera es una
vida en el amor sincero y en la verdad, un amor que se ha de traducir en obras.
Por ello la literatura joánica del Nuevo Testamento,
incluyendo las cartas, sintetiza el mensaje cristiano exhortando a vivir el
amor pues "en esto conocemos que somos de la verdad" (1 Jn 3,19).
Pero podemos
preguntarnos qué significa "ser de la verdad" puesto que nosotros
somos de la verdad. El misterio y el conocimiento de la verdad es uno de los
grandes temas de la historia de la filosofía. Por su parte, entre los textos
bíblicos son los escritos de Juan los que más ampliamente abordan la cuestión
de la verdad. En Juan convergen dos concepciones diferentes de la verdad, una
de origen griego, en la que prevalece el sentido etimológico de aletheia, como realidad oculta que se desvela y se
revela, y otra, procedente de la palabra hebrea emet (de
la misma raíz que amén), en la que confluyen la firmeza, la
fidelidad, la confianza y la lealtad.
Respecto a la
primera, Ortega y Gasset dice en las Meditaciones del Quijote que "quien
quiera enseñarnos una verdad, que nos sitúe de modo que la descubramos
nosotros". La auténtica relación del hombre con la verdad es la que se da
en el proceso de descubrimiento, al quitar el hombre con su intelecto aquello
que oculta a las cosas con objeto de que éstas se le manifiesten en su
desnudez. La realidad última de las cosas, de las personas y de Dios permanece
oculta en su apariencia. Es cierto lo que dice Antoine
de Saint Exupery en El Principito: "lo esencial
es invisible a los ojos, sólo se ve con el corazón". En la búsqueda de la
verdad hasta llegar a su conocimiento se requiere humildad, valor y agudeza
espiritual, pues la chispa gozosa de la verdad destella sólo cuando el ser
humano se va quedando desnudo de prejuicios y va quitando el velo de las
adherencias que enmascaran toda realidad. Ese doble desnudamiento, de las cosas
y de uno mismo ante ellas, es el que descubre paulatinamente la verdad.
En este sentido
Jesús es la verdad que nos revela al hombre y a Dios. El cuarto evangelio
presenta a Cristo como la verdad histórica que revela la realidad divina del
Padre y la más asequible "verdad" de Dios. Jesús es la verdad de Dios
hecha carne, cuya firmeza y radicalidad pone en evidencia la mentira de los
poderes de este mundo, en el ámbito político, ante Pilatos y, en los círculos
religiosos, ante los fariseos y los dirigentes judíos. De ahí que todo seguidor
de Jesús está comprometido con la misma verdad que él encarnó, en la que él
vivió y por la que lo mataron. Permanecer en Cristo significa por tanto
identificarse con la palabra y con el espíritu de la verdad como único camino
de vida y de libertad (cf. Jn 8,32).
"Ser de la
verdad" por estar injertados en la vid verdadera y permanecer en ella
implica estar dispuestos a vivir un amor comprometido seriamente con el
desenmascaramiento de las mentiras de la realidad humana del momento presente.
En este sentido y entre otras tareas propias de los cristianos es apremiante en
el ámbito social la toma de conciencia y de medidas ante el ocultamiento de la
verdadera y dramática realidad de la inmensa mayoría de la población mundial
que sigue sufriendo las consecuencias de la grave crisis económica
internacional y de otra gran crisis social y humana, no menos salvaje, motivada
por la ausencia de los grandes valores morales y por la falta de respeto a los
derechos humanos fundamentales, políticos y económicos, por parte de muchos
líderes políticos y económicos del mundo.
Es importante
detectar y desvelar, fieles al espíritu de la verdad, el alcance de cualquier
forma de explotación económica que no atienda en primer lugar a los últimos en
este mundo globalizado. Es urgente analizar y dar a conocer los mecanismos de
manipulación y de distracción interesada que utilizan los potentados de la
economía para seguir controlando a su antojo la dinámica social. Es vital para
una vida en la libertad, en la paz y en la concordia el desenmascaramiento de
todo tipo de corrupción política, del tráfico de armas y de drogas, así como la
percepción y denuncia de cualquier forma de abuso de poder, de totalitarismo
estatal y de toda actuación que atente contra los derechos fundamentales a la
libertad, a la vida y a la dignidad de la persona humana.
Es apremiante
conocer los mecanismos y las ideologías que sustentan los nacionalismos
excluyentes, el racismo, la xenofobia y todo tipo de marginación social de la
mujer, de los niños, de los ancianos y de los últimos de la sociedad, como
ideologías conducentes a callejones sin salida en el mundo actual. Si los
creyentes no nos comprometemos con la verdad en este tiempo puede ser que, en
vez de permanecer en la vid verdadera, nos estemos subiendo a la parra. Y es
importantísimo que los creyentes salgamos de la inercia aparentemente
inexorable de la historia en que nos han metido las grandes ideologías del
capitalismo salvaje y cruel, del liberalismo individualista e insolidario, del
socialismo totalitario y materialista y del populismo mentiroso y embaucador.
Todas ellas son formas actuales de aquellas corrientes primeras del gnosticismo
y del pelagianismo de los que el papa Francisco nos advierte en su Exhortación
última “Gaudete et Exsultate”.
La verdadera alegría nace del espíritu de las Bienaventuranzas evangélicas que
maravillosamente comenta el papa Francisco en este escrito.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero
y profesor de Sagrada Escritura