CICLO A
TIEMPO ORDINARIO
XXXII DOMINGO
El Evangelio de
hoy nos presenta el Reino de Dios como un banquete. Una comida a la que nos
invita Dios. Hay que estar preparados para entrar y participar en este
banquete.
El Reino de Dios
es el Reinado de Dios en nosotros. En nuestros corazones, en nuestro ser y en
nuestro obrar. Que Dios lo sea todo en todos nosotros. Que recibamos su amor
infinito y que le amemos sobre todas las cosas.
Es decir, el Reino
de Dios consiste en que vivamos en comunión con Él. Éste es el significado de
una comida: compartir, sentirse unidos, vivir concordes. Se comparte, sobre
todo, la alegría de estar juntos como hermanos. El banquete del Reino de Dios
es comunión: unidos a Dios y a los hermanos. Y Dios unido a nosotros con amor
infinito.
Para ello hay que
estar preparados. Era una costumbre en los tiempos de Jesús: un grupo de chicas
jóvenes esperaba la llegada del esposo con lámparas encendidas para entrar en
el banquete de bodas. Para entrar en el banquete del Reino de los cielos hay que
estar preparados con la lámpara de la fe encendida. Despiertos. Mirando toda
nuestra vida a la luz de la fe. En nuestra vida no debe haber ningún agujero
negro en el que no penetre la luz de la fe. Hay que vivir como hijos de la luz,
hijos del día. Sin ningún trapo sucio que ocultar.
La lámpara de la
fe, la luz de la fe crea en el creyente un saber vivir de acuerdo con la
voluntad de Dios. Es la sabiduría de la fe, que obra por el amor y que nos
guiará a la hora de discernir el bien del ma.
Cinco de las jóvenes entran en el
banquete porque tenían aceite en sus lámparas. “Y se cerró la puerta”. En el
aceite, indispensable para ser admitidos al banquete de bodas, San Agustín ve
un símbolo del amor, que no se puede comprar. Es un don, que ha de manifestarse
en las obras. Cuando Cristo, juez justo y salvador, vuelva para juzgar a vivos
y muertos examinará las obras de misericordia que haya practicado cada uno de
nosotros en nuestra vida terrena. Al final, al "caer de la tarde seremos examinados del amor" (San Juan
de la Cruz).
Hemos de estar preparados para vivir en comunión
con Dios y así estar “siempre con el Señor”, juez misericordioso. Las lecturas de este domingo vienen a prolongar el mensaje sobre la vida eterna,
que se iniciaba en la Conmemoración de
los fieles difuntos.
Mariano Esteban Caro