«la evangelización privilegia a los pobres»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para el 6°
Domingo de Pascua
[06 de mayo de 2018]
El texto del Evangelio de este
domingo (Jn 15,9-17), continúa la reflexión sobre «la
vid y los sarmientos», acentuando que la comunión indispensable con Cristo se
da por el amor: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes.
Permanezcan en mi amor… Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros,
como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos» (Jn. 9,12-13).
El cristianismo sólo es captado
cuando se entiende que en el centro de su mensaje está el tema de la caridad y
la evangelización dirigida a todos, pero privilegiando a los pobres. En primera
instancia el cristianismo se diferencia de todas las otras propuestas
religiosas, porque en sí no es una mera búsqueda de perfección espiritual
individual. El Papa Francisco es contundente en la exhortación apostólica «Evangelii gaudium»: «Si la
Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin
excepciones. Pero ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio,
se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a
esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que “no tienen con qué
recompensarte” (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni
caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, “los
pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio”, y la evangelización
dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay
que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los
pobres. Nunca los dejemos solos». (Evangelii gaudium 48)
Es en la caridad en donde
encontramos el fundamento del amor a los hermanos y sobre todo la opción
preferencial por los pobres y excluidos. El documento de Aparecida refleja la
preocupación que la Iglesia tiene por todas las formas de marginación y
exclusión que se dan en nuestro continente. La caridad cristiana, la búsqueda
de globalizar la solidaridad y la opción preferencial por los pobres son
componentes esenciales del discipulado y la misión de los cristianos. Sin esto
el cristianismo perdería su misma identidad. Al respecto señala: «Nuestra fe proclama que
Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre. Por eso
la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en
aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su
pobreza. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre,
que se ha hecho nuestro hermano (Heb. 2,11-12). Ella,
sin embargo, no es ni exclusiva, ni excluyente.
Si esta opción está implícita en la
fe cristológica, los cristianos, como discípulos y misioneros, estamos llamados
a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro
sufriente de Cristo que nos llama a servirlos en ellos: Los rostros sufrientes
de los pobres son rostros sufrientes de Cristo. Ellos interpelan el núcleo del
obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo
que tenga que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a
Jesucristo: “Cuanto lo hicieron con uno de estos hermanos más pequeños, conmigo
lo hicieron” (Mt. 25,40). Juan Pablo II destacó que
este texto bíblico ilumina el misterio de Cristo. Porque en Cristo el grande se
hizo pequeño, el fuerte se hizo frágil, el rico se hizo pobre». (Aparecida 392-393)
En esta reflexión quiero agradecer
la comprensión de nuestra gente que expresa esta opción por los más pobres, con
la generosidad demostrada en la colecta del 1% cuaresmal. Lo importante es que
cada colecta expresa el gesto de búsqueda de conversión ejercitándose en la
comunión de bienes. Con esta colecta muchos hermanos necesitados podrán mejorar
sus techos, viviendas precarias, agrandar algún ambiente y arreglar letrinas y
baños.
Hoy, en el siglo XXI, la Iglesia
reitera aquello que ya realizaba en sus inicios en el siglo II, cuando San
Justino (año 155), en el contexto de la celebración dominical, describe en sus
escritos la actividad caritativa de la Iglesia, unida a la misma Eucaristía;
los que poseen, según sus posibilidades y cada uno cuanto quiera, entregan sus
ofrendas al Obispo; éste, con lo recibido, sustenta a los huérfanos, a las
viudas y a los que se encuentra en necesidad por enfermedad u otros motivos,
así como también a los presos y forasteros.
¡Un saludo cercano y hasta el
próximo domingo!
Mons. Juan
Rubén Martínez,
obispo de Posadas