6ª semana de
Pascua. Jueves: Jn 16, 16-20
Las palabras que hoy nos
trae el evangelio tienen el tono de inminente despedida. El evangelio las pone
en la despedida de Jesús a sus discípulos en
Comienza con una especie de
acertijo: “Un poco y no me veréis y otro poco y me volveréis a ver”. Los
apóstoles se preguntaban entre ellos qué querría decir Jesús con ese poco.
Varias veces les había hablado de que debía morir. Era necesario cumplir los
deseos de su Padre celestial, porque por medio de ese dolor podía salvarnos a
nosotros, redimirnos de nuestros pecados. Pero también les había dicho que su
muerte era transitoria y por eso después iba a resucitar “al tercer día”. Era
una expresión para decir que iba a resucitar “pronto”. En esa noche habla de
“un poco de tiempo”. Esas palabras también las podía haber pronunciado antes de
subir definitivamente y de una manera visible al cielo, porque la vida,
comparada con la eternidad, es un poco de tiempo, y toda nuestra vida,
siguiendo a Jesús, pronto se convertirá en alegría eterna.
De esa idea de cercanía de
resurrección o de gloria de la vida eterna pasa Jesús a dar otra idea
trascendental hablando de alegrías y tristezas. El evangelista san Juan gusta
de recoger ideas en forma de contraposición. Desde el principio del evangelio
habla de luz y tinieblas, de cielo y tierra, de mundo y espíritu. Ahora expone
una idea de Jesús sobre alegrías y tristezas. En realidad lo hace recogiendo el
ambiente de tristeza que tenían los apóstoles, queriéndoles dar consuelo y
alegría.
Les hace ver la
contraposición que hay entre la alegría del mundo y la que debe tener un
discípulo de Jesús. De hecho en la vida encontramos muchas razones para la
tristeza. Todos sufrimos: enfermedades, dolores, desengaños, vejaciones, somos
a veces postergados o despreciados. Y esto entre los buenos y entre los malos.
La diferencia principal es que los que no están con Cristo normalmente sufren
cuando las cosas van mal y se alegran cuando las cosas van bien; pero el
cristiano, que sigue a Jesús y está en unión con Dios, sabe alegrarse también
cuando las cosas van mal.
El dolor es necesario en
esta vida transitoria y envuelta en pecados. También Jesús sufrió mucho. Pero
el dolor es diferente cuando sabemos que es redentor, para nosotros mismos y
para otros. Lo importante no es evitar el dolor, sino el pecado y el egoísmo.
Nuestra finalidad principal es la gloria de Dios y la salvación de todos. Hoy
nos dice Jesús que el dolor y la tristeza cambian de color cuando sabemos que
se convertirá en alegría. Esto lo experimentamos, si seguimos la enseñanza de
Jesús, que principalmente es el amor. Por eso el dolor y la tristeza será
menor, no sólo porque esperamos que seremos felices en el cielo, sino ahora si
nos ayudamos unos a otros con amor, quitando las asperezas de la vida y
comunicando alegría a los demás.
Estas palabras de Jesús de
que se va, pero vuelve pronto, las podemos trasladar a nuestra vida espiritual de
cada día. Cuando una persona vive la fe y cumple en lo posible con los deberes
cristianos que cada uno tiene, según su forma de vida, siente más el estar
alegre. La alegría es un don del Espíritu Santo y es propio de nuestra
religión. Por eso hay tentaciones del demonio que nos quieren llevar a la
tristeza. Pero, como de Dios es la alegría y la paz, esa alegría será más real
y verdadera si vivimos persuadidos que estamos en la presencia amorosa de Dios
Padre, que Dios Hijo nos espera en
Dios parece que se marcha
algunas veces; pero siempre está con nosotros y dentro de nosotros para darnos
aliento en nuestra vida y saber llevar las adversidades con la alegría de
sentirnos resucitados con Cristo ahora y para siempre.