COMPARTIENDO EL EVANGELIO

Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia

(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)

 

Domingo Sexto de Pascua, Ciclo B

Evangelio según San Juan 15,9-17. (ciclo B)

 

Durante la última cena, Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.» Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»

 

VIVIR EN SERIO LA VOCACION DEL AMOR

 

¡Qué Evangelio tan hermoso y tan fuerte!, y observemos que la clave de todo está en el amor; un amor que tiene condiciones, que tiene exigencias; este amor es una gracia recibida de parte de Dios que nos participa, pero también -por gracia- nos ayuda a que seamos capaces de responderle. Hay que permanecer en Él, y si uno permanece en Él, cumple los mandamientos; pero si nos separamos de Él, no vamos a dar buenos frutos.

 

Es un gozo recibir la gracia de Dios. Es un gozo saber que ese mandamiento, entre Cristo y el Padre, nos lo participa y saber que el AMOR es la palabra más sublime y más interesante de la vida de una persona.

 

Muchas veces se ha desdibujado, se ha manoseado, ese concepto; hemos dejado reducido el amor a la sensibilidad, al sentimiento, a un momento, a una ocasión, a una situación. En cambio, el amor es lo más grande y hay que dar la vida por los demás. No somos servidores, somos amigos de Él y Él nos eligió; nos eligió para que demos frutos y frutos en abundancia.

 

Pidamos al Señor que lo tomemos en serio, que nuestra vida sea en serio, que vivamos en serio nuestra vocación humana y cristiana; y recordemos que, si queremos ser felices, tenemos que saber cumplir con el mandato de Dios: “¡ámense los unos a los otros!”

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén